Su marido la obligó a abortar para que pudiera estar con otro. Ella decidió huir para dar a luz. Siete años después, él regresó con sus dos hijos y comenzó su plan para humillar a su exmujer.

Obligada por su marido a abortar para estar con otro, la esposa decide huir para dar a luz. Siete años después, regresó con sus dos hijos y comenzó un plan para humillar a su exmarido.
Bajo la intensa lluvia de Manila, abrazando su vientre de embarazada que se retorcía de dolor, salió corriendo, paso a paso, de la casa que una vez fue su hogar. Detrás de ella, la fría voz de su marido aún resonaba en su mente:

“Aborto. Ese embarazo fue una carga. Necesito libertad.”

Siete años después, regresó, no con un hijo, sino con dos, y un plan cuidadosamente preparado para vengarse de aquel hombre infiel…

Es un día oscuro

En otoño de 2018, en una lujosa villa de Quezon City, Isabella Santos estaba sentada tranquilamente en el sofá, con la mano sobre el vientre, donde dos pequeñas criaturas crecían cada día. Jamás imaginó que viviría con miedo durante su embarazo, y mucho menos con miedo… a su propio marido.

Marco Dela Cruz, el marido al que amó ciegamente, ya no es el mismo hombre. Exitoso, poderoso, pero también engañoso y frío. Últimamente llega tarde a casa, a veces ni siquiera llega.

Y entonces, en medio de una cena silenciosa, Marco arrojó un vaso de agua sobre la mesa, con voz firme:

— “Aborto. No me gusta este niño. Estoy a punto de tener una gran oportunidad, necesito algo de libertad.”

Isabella quedó atónita. La ocasión a la que se refiere Marco es la del hijo del señor Ramírez, un magnate inmobiliario de Makati que busca yerno. Marco no ocultaba su ambición.

—¡Estás loco, Marco! ¡Es tu hija! —gritó Isabella, con lágrimas corriendo por sus mejillas.

—¿Y qué pasa con el niño? Viene de camino. Si te lo quedas, tú mismo te enfrentarás a las consecuencias.

Esa noche, Isabella supo que tenía que irse. Empacó sus cosas en silencio, escondió la ecografía de los gemelos en una maleta pequeña y abandonó la casa que había sido testigo del comienzo de su romance.

Una nueva vida en el sur

Isabella huyó a Cebú, donde no conocía a nadie. La ciudad era pequeña y estaba abarrotada, pero lo protegió como un gran brazo. Alquiló una habitación en Mandaue, y la amable casera se apiadó de su situación y le permitió pagar a plazos varios meses.

Isabella desempeñó todo tipo de trabajos: vendía por internet, importaba ropa de segunda mano e incluso limpiaba restaurantes. Su vientre crecía, pero no se atrevía a descansar.

El día de su nacimiento, sucumbió a la enfermedad y murió en su habitación alquilada. La casera lo llevó rápidamente a un hospital local. Los dos niños —gemelos— nacieron sanos. Los llamó Miguel y Diego, con la esperanza de que sus hijos crecieran inteligentes y sanos, a diferencia de la vida llena de lágrimas de su madre.

En los años siguientes, Isabella crió a sus hijos mientras estudiaba cosmetología con dedicación. Se matriculó en un curso de cuidado de la piel y aprendió sobre la industria del spa. Con paciencia, abrió un pequeño spa en la ciudad de Cebú y, cinco años después, su vida se estabilizó gradualmente.

Miguel y Diego crecieron educados e inteligentes. En un momento dado, preguntaron:
«Mamá, ¿dónde está papá?».
Isabela sonrió y respondió con dulzura:
—Papá está lejos. Mamá y papá se querían mucho, pero ahora, mamá es la única que está aquí.

De vuelta a Manila

Cuando Miguel y Diego cumplieron siete años, en una noche lluviosa que evocaba el pasado, Isabela se miró en el espejo. La mujer delgada y frágil de entonces se había convertido en una madre fuerte, de mirada penetrante y porte digno. Miró su billete de avión de regreso a Manila y susurró suavemente:

 

Continúa en la página siguiente

Leave a Comment