Su marido la obligó a abortar para que pudiera estar con otro. Ella decidió huir para dar a luz. Siete años después, él regresó con sus dos hijos y comenzó su plan para humillar a su exmujer.

“Bueno, en el…”

Era una fría mañana de octubre. Isabella bajó del avión con sus dos hijos gemelos, altos e inteligentes. Les dijo:
—«Volveremos a visitar nuestro pueblo en unos días».
Pero, en realidad, era un plan que llevaba preparando más de un año.

Sabía que Marco estaba casado con Verónica, la hija del señor Ramírez. Tenían un hijo de unos seis años que asistía a una prestigiosa escuela internacional bilingüe en Manila. Marco trabajaba como director de la sucursal norte de la empresa familiar de su esposa, pero todas las decisiones importantes las controlaban su suegra y Verónica.

El hombre que fue cruel con Isabella ahora vive en una “jaula de oro”: fama, dinero, pero ninguna libertad.

Un reencuentro mortal

Isabella matriculó a sus dos hijos en la misma escuela internacional a la que asistía el hijo de Marco, aunque en una clase diferente. Alquiló un apartamento de lujo en BGC (Bonifacio Global City) y abrió una nueva sucursal de spa bajo la marca “Santa Maria Skincare”.

Dos semanas después, en una conferencia de la industria de la belleza en el Hotel Sofitel Manila, Marco participó como patrocinador. Al entrar en la sala, quedó atónito. La mujer que estaba en el escenario, demostrando una nueva tecnología para el cuidado de la piel, era Isabella.

Ya no era la esposa sumisa y esperanzada del pasado; ante ella se alzaba una Isabella segura, encantadora y capaz. Ni siquiera lo había mirado. Isabella estaba inquieta, con el corazón latiéndole con fuerza.

Al día siguiente se ofreció a reunirse con ella en un elegante café de Chicago. Al entrar, se puso de pie, temblando:
—No esperaba verte así.

Isabella se sentó, con la mirada serena. Marcus tartamudeó:
—¿Te estás vengando de mí?

Umiling siya, malamig na ngumiti:
— “No. La venganza es para regodearse. No necesito eso. Solo quiero que pruebes la pérdida, como yo una vez, en medio de una noche lluviosa, embarazada, sin tener adónde ir.”

Marcus asintió, incapaz de hablar.

Isabela se levantó y dejó sobre la mesa las dos copias de las partidas de nacimiento de Miguel y Diego. En la sección del “Nombre del padre”: en blanco.

— “Mis hijos no necesitan un padre. Necesitan un modelo a seguir.”

Tras decir eso, se dio la vuelta y se marchó sin mirar atrás.

Luz tras la tormenta

Una tranquila mañana en el Parque Luneta, Miguel y Diego paseaban en bicicleta, y sus risas resonaban por todo el parque. Isabela se sentó en un banco, con los ojos brillantes.

Atravesó la oscuridad y encontró su propia luz, no gracias a un hombre, sino gracias a la fuerza de su amor maternal y su fuerte voluntad.

La noticia de la reconciliación de Marco con Isabella no pasó desapercibida para Verónica. En una elegante fiesta de cóctel en Makati, Verónica arrojó su copa de vino sobre la mesa, con voz áspera:

— “¿Sigues viendo a esa chica?!”

Marco se apresuró a negarse:
—No, me malinterpreta. Simplemente me encontré con usted por casualidad…

Pero a Verónica no le resultaba fácil creerle. Él llevaba a cabo una investigación secreta. Unos días después, un grueso expediente apareció sobre la mesa: fotos de Isabella y los gemelos, junto con una solicitud de admisión para la escuela internacional a la que asistía la hija de Verónica.

Verónica se quedó atónita. Esos dos chicos… Marcus daba miedo.

Esa noche, en la mansión Ramírez, Verónica miró a su marido con ojos llenos de odio:
—No me digas que no sabes nada de los dos niños. Marco, si te atreves a tocarlos… lo perderás todo.

Marco se siente atormentado por los ojos de Miguel y Diego, ojos similares a los suyos de niño. La duda, el arrepentimiento y el deseo lo impulsan a acercarse a ellos de todas las maneras posibles.

 

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