Cuando mis vecinos se fueron de vacaciones, me dejaron un mensaje de voz preguntándome si podía cubrir la manija de su puerta con papel de aluminio.
No dijeron por qué y parecían apresurados, así que acepté sin pensarlo mucho.
De pie en su porche con el papel de aluminio en la mano, me sentí un poco ridículo. Aun así, envolví el asa con cuidado y me aseguré de que no se moviera. De regreso a casa, no pude evitar preguntarme qué propósito tenía esa petición tan extraña.
Durante los siguientes días, me encontré mirando su puerta cada vez que pasaba.
El papel de aluminio que brillaba bajo la luz del sol hacía que pareciera que la casa escondía algo.
Empecé a especular: tal vez era algún tipo de truco de seguridad o una forma discreta de ver si alguien había pasado por allí.
Una parte de mí sentía que estaba leyendo demasiado entre líneas, pero la pregunta persistía como un rompecabezas sin resolver.
Cuando regresaron, se detuvieron para agradecerme y finalmente pregunté para qué servía el papel de aluminio, tratando de no sonar demasiado curioso.
Continúa en la página siguiente