La niña se quejó de un fuerte dolor abdominal después de pasar un fin de semana con su padrastro, y cuando el médico vio la ecografía, llamó inmediatamente a una ambulancia.

Durante el viaje, el médico le dijo:

—Los síntomas y lo que vimos en la ecografía sugieren que el cuerpo de Aa ha estado expuesto a algo indebido. Su hígado y estómago presentan daños. Tendremos la confirmación exacta tras los análisis de laboratorio.

En la sala de espera, Clara sintió por primera vez una rabia ardiente, mezclada con una culpa insoportable. Martí. El hombre al que le había confiado su vida y la de su hija. El hombre en quien había creído. ¿Qué ocultaba en realidad?

Tu móvil vibró. Un mensaje de Martí:

¿Todo bien? Ya estoy en casa. ¿Están todos bien?

Clara apretó los puños. No respondió. En ese preciso instante, el médico salió de urgencias.

— «El estado de Aa es estable, pero tenemos serias sospechas. Debemos informar a las autoridades. Es muy probable que haya ingerido sustancias tóxicas.»

Las palabras «informar a las autoridades» impactaron a Clara como un rayo. Se dio cuenta de que la pesadilla apenas comenzaba.

Miró el rostro pálido de su hija, visible tras el cristal de la sala. Y en ese momento tomó una decisión irrevocable: ya no permitiría que Martí se acercara a la niña.

Y en lo más profundo de mi corazón, sabía que la verdad sobre ese fin de semana sería mucho más oscura de lo que jamás hubiera imaginado.

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