En el velatorio de mi padre, mi hermana de ocho años no se apartó de su ataúd, permaneciendo silenciosa e inmóvil. Pensábamos que el dolor le había endurecido el corazón, hasta aquella noche, cuando se acostó junto a él.
Lily rompió a llorar por primera vez desde el accidente.
¡Déjenme quedarme! ¡Papá tiene frío, tiene frío!
Rebecca apretó el agarre. La vi temblar, no de pena, sino de pánico. Arrastró a Lily afuera y yo la seguí, exigiendo saber qué sucedía.
“¿Por qué tienes tanto miedo?”, grité.
“¡Basta!”, gritó ella.
¡No lo entiendes!
Pero empecé a comprender, cuando Lily dijo algo que me revolvió el estómago.
“Papá dijo que no debía arreglar el coche esa noche”, sollozó.
“Ya me lo había dicho antes; me dijo que los frenos estaban bien.”
Rebecca se quedó paralizada a mitad de paso.
El informe oficial decía que el coche de papá tenía los frenos averiados. Se dictaminó que fue un accidente. Pero si Lily tenía razón…
Al día siguiente, falté a clase y me puse a buscar. Encontré los viejos recibos de reparaciones de papá en el garaje. El último, fechado dos días antes del accidente, mostraba la sustitución completa del sistema de frenos. Pagado en efectivo. Firmado por papá.
Cuando Rebecca llegó a casa esa tarde, me encontró de pie junto a la mesa de trabajo, sosteniendo el papel. Su rostro palideció.
—¿De dónde sacaste eso? —susurró.
“Estaba justo aquí”, dije.
“¿Por qué no le dijiste a nadie que papá había arreglado los frenos?”
No respondió. Solo me miró con esa misma mirada atormentada. Luego dijo en voz baja:
“No sabes lo que me hizo.”
“¿De qué estás hablando?”
Se le llenaron los ojos de lágrimas.
“Me estaba dejando. Dijo que no podía soportar vivir así nunca más. Dijo que se llevaría a las dos y empezaría de nuevo.”
Se me cortó la respiración.
“¿Así que tú…?”
Me interrumpió, con la voz quebrada.
“No era mi intención. Solo quería impedir que se fuera. Aflojé un tornillo, solo para asustarlo. Pero condujo de todos modos. Nunca pensé…”
Retrocedí temblando, aferrada al recibo.
“Tú lo mataste.”
Se desplomó en el suelo, sollozando entre sus manos.
“Se suponía que solo iba a ser una discusión”, susurró.
“No es el final.”
Afuera, oí el sonido de pasitos. Lily estaba de pie en la puerta, de nuevo en silencio, aferrada a la foto de papá.
Y me di cuenta de que ella lo había sabido desde el principio.