El teléfono de Verónica vibró con un mensaje de Juan Carlos preguntando dónde estaba. Debo irme. No le digas a nadie sobre esto, ni siquiera a mi madre. Cuanto menos sepan, más seguras estarán. Sofía abrazó nuevamente a su amiga. Ten cuidado, por favor. Lo tendré, prometió Verónica y con paso decidido regresó al ascensor, transformando su expresión en una máscara de serenidad que ocultaba la tormenta que se gestaba en su interior.
Los días siguientes a la boda transcurrieron en una extraña calma. Juan Carlos, evidentemente arrepentido, colmaba a Verónica de atenciones y regalos. Flores frescas cada mañana, joyas costosas, promesas de viajes. El viaje de luna de miel a la Riviera Maya, que habían planeado durante meses, fue pospuesto por asuntos urgentes de la empresa, según explicó él, aunque Verónica sospechaba que la verdadera razón era el deseo de don Hernando de mantenerlo cerca mientras se acallaban los rumores sobre el incidente de la boda. La mansión Fuentes, ubicada en el exclusivo fraccionamiento San Felipe del
Agua con vista panorámica a la ciudad de Oaxaca, se convirtió en la nueva residencia de Verónica, una jaula de oro donde cada movimiento era sutilmente vigilado. La señora Patricia preguntó si almorzará con ella hoy. Informó Dolores, el ama de llaves, mientras servía el desayuno en la terraza donde Verónica revisaba planos.
Por favor, dígale que estaré encantada”, respondió con una sonrisa ensayada. Las comidas con su suegra se habían convertido en una rutina diaria. Patricia Fuentes, con su elegancia impecable y sonrisa permanente, se había autoasignado la tarea de guiar a Verónica en su nuevo rol como esposa de un fuentes.
“El martes es la gala benéfica del gobernador”, comentó Patricia durante el almuerzo. “Todos estarán observándonos, especialmente a ti, querida. He seleccionado este vestido de Carolina Herrera. Es discreto pero elegante. Verónica observó el atuendo conservador en un tono gris que prácticamente la haría invisible.
exactamente lo que buscaban, que pasara desapercibida, que no llamara la atención después del incidente. “Es perfecto, gracias”, respondió, sabiendo que cada pequeña batalla debía ser elegida estratégicamente. Las reuniones sociales se habían convertido en un campo minado. Los susurros cesaban cuando ella entraba a una habitación.
Las miradas de compasión o curiosidad morbosa la seguían. Juan Carlos permanecía constantemente a su lado, su brazo alrededor de su cintura, en un gesto que, para los observadores, parecía protector, pero que Verónica sentía como una cadena. En la oficina las cosas no eran mejores. Su escritorio había sido trasladado junto al de Juan Carlos para facilitar la colaboración.
Según la explicación oficial, sus proyectos personales habían sido sutilmente relegados mientras se le asignaban tareas menores en los desarrollos de la constructora. “Necesito los planos modificados para el centro comercial”, le dijo don Hernando una tarde dejando un archivo sobre su escritorio.
“Las especificaciones originales son demasiado costosas. Redúcelas.” Verónica revisó los documentos con creciente preocupación. Estas modificaciones comprometen la seguridad sísmica. Estamos en una zona de alto riesgo. Don Hernando sonríó con condescendencia. Los inspectores ya están arreglados, querida. Tú solo haz los cambios. Cada día acumulaba nueva evidencia.
Grababa conversaciones, fotografiaba documentos, copiaba archivos. La memoria USB que guardaba en un compartimento secreto de su bolso se llenaba de pruebas de irregularidades, sobornos y violaciones a los códigos de construcción. Las noches eran quizás lo más difícil. Compartir la cama con Juan Carlos requería toda su fuerza de voluntad. Aunque no había vuelto a golpearla, su verdadera naturaleza se revelaba en pequeños gestos.
la forma en que revisaba su teléfono cuando creía que no lo notaba, cómo cuestionaba cada salida, la manera en que su voz se endurecía cuando ella expresaba una opinión contraria a la suya. “¿Por qué hablaste tanto con el arquitecto Ramírez en la reunión?”, preguntó una noche mientras se preparaban para dormir.
“Parecías muy interesada en sus ideas. Es un colega respetado”, respondió ella con tono neutro. “Sus propuestas para el proyecto del museo son innovadoras.” “Innovadoras. repitió él con sarcasmo. O quizás te parece atractivo. No seas ridículo, Juan. Estaba hablando de trabajo. Él se acercó tomándola por los hombros. Eres mi esposa ahora. Todo lo que haces me representa a mí y a mi familia. No olvides eso.
La amenaza implícita flotaba en el aire. Verónica mantuvo su expresión impasible, pero su mano, oculta entre los pliegues de su bata, activó la grabadora. A medida que pasaban las semanas, su plan tomaba forma. Isabel Torres, la periodista, había respondido positivamente al contacto de Sofía.
Un encuentro discreto en la Ciudad de México se había programado bajo el pretexto de una conferencia de arquitectura. “Necesito ir a esta conferencia”, le dijo a Juan Carlos durante la cena mostrándole el folleto. “Varios de los ponentes son referentes en arquitectura sustentable. Como esperaba, él se mostró reacio. Es realmente necesario. Tenemos muchos proyectos pendientes aquí. Precisamente por eso debería ir.
Las nuevas tendencias en construcción ecológica podrían aplicarse al desarrollo turístico de la costa. Sabía que apelar al negocio era su mejor estrategia. Después de consultarlo con su padre, Juan Carlos finalmente accedió, no sin antes establecer condiciones. Iré contigo. La conferencia dura tres días completos, respondió ella, preparada para esta respuesta. Puedes ausentarte tanto tiempo de la oficina.
Tu padre mencionó que la licitación del proyecto gubernamental es la próxima semana. La mención de la licitación, un contrato multimillonario para la construcción de un nuevo complejo administrativo estatal. tocó el punto sensible que esperaba. Juan Carlos dudó. Quizás tengas razón, concedió finalmente, “pero te llamaré constantemente y quiero que me envíes fotos de dónde estás y con quién.” “Por supuesto,”, prometió ella.
El viaje a la Ciudad de México representaba su primera oportunidad real de actuar. En el avión revisó mentalmente cada detalle de su plan. La reunión con Isabel estaba programada en un café discreto del barrio Roma. Lejos de los círculos empresariales que frecuentaban los fuentes. Lo que Verónica no esperaba era la llamada que recibió apenas llegó al hotel.
“Señora Fuentes, la voz de Dolores, el ama de llaves sonaba preocupada. Lamento molestarla, pero ocurrió algo con sus pertenencias. ¿Qué sucedió? El señor Juan Carlos ordenó revisar su oficina en casa. Dijo que buscaba unos documentos importantes, pero la mujer bajó la voz.