Removieron todo, incluso sus objetos personales. El corazón de Verónica se aceleró. ¿Encontraron algo? No lo sé, señora. Pero el señor parecía molesto. Preguntó específicamente por una memoria USB. Verónica agradeció su precaución de haber entregado la memoria original a Sofía y mantener solo una copia secundaria con información menos comprometedora, escondida en un lugar que Juan Carlos nunca sospecharía. dentro de un viejo estuche de maquillaje que había pertenecido a su abuela.
“Gracias por avisarme, Dolores. Tenga cuidado, señora.” El Señor llamó después a su padre y hablaron largamente. Tras colgar, Verónica sabía que debía actuar más rápido de lo planeado. Juan Carlos comenzaba a sospechar, lo que significaba que el tiempo se agotaba.
Esa misma tarde, en lugar de asistir a la primera sesión de la conferencia, se dirigió al encuentro con Isabel Torres. La periodista, una mujer de unos 40 años con una mirada aguda y movimientos enérgicos, la esperaba en una mesa apartada. “Señora Fuentes”, saludó Isabel. “preferiría que me llamara Verónica”, respondió ella sentándose. Su amiga Sofía mencionó que tiene información sobre constructora fuentes.
“Debo advertirle que estamos hablando de una de las familias más poderosas del estado.” Verónica asintió. Lo sé mejor que nadie y precisamente por eso estoy aquí. Durante la siguiente hora, Verónica le mostró a Isabel parte de la evidencia que había recopilado, documentos que probaban sobornos a funcionarios, alteraciones en planos estructurales para reducir costos a expensas de la seguridad.
Testimonios grabados de trabajadores sobre condiciones laborales peligrosas. “Esto es dinamita pura”, murmuró Isabel revisando los archivos. ¿Por qué me lo entrega? Según entiendo usted es parte de la familia ahora. Verónica tocó instintivamente su mejilla, donde el moretón había desaparecido, pero el recuerdo persistía. Tengo mis razones.
El incidente de su boda. Isabel la miró con comprensión. Hubo rumores, pero la familia controló rápidamente la narrativa. No se trata solo de venganza personal, aclaró Verónica. Lo que los fuentes hacen es peligroso. Sus edificios inseguros, sus prácticas corruptas. Gente inocente podría salir lastimada. Isabel asintió. ¿Qué espera obtener de esto? Justicia y mi libertad.
Necesito garantías de protección cuando todo explote. Publicar esto tendrá consecuencias graves. Los fuentes contraatacarán. Lo sé. Por eso he preparado esto también. Verónica extrajo otro archivo. Es mi testimonio completo, incluyendo el abuso y cómo la familia lo encubrió. Si algo me sucede, quiero que lo publique inmediatamente.
Al regresar al hotel, Verónica encontró varias llamadas perdidas de Juan Carlos. Con el corazón acelerado le devolvió la llamada. ¿Dónde estabas? Su voz sonaba tensa. Llamé al auditorio de la conferencia y me dijeron que no habías registrado tu asistencia. Hubo un cambio de último momento, improvisó ella. Trasladaron la sesión sobre diseño bioclimático a otro salón.
Acabo de terminar. Mi padre quiere que regreses mañana. Surgió un asunto importante con el proyecto del centro comercial, pero la conferencia apenas comienza. No es una petición, Verónica, es una orden. Ya reservé tu vuelo de regreso para mañana a primera hora.
Después de colgar, Verónica supo que su tiempo se había reducido drásticamente. Llamó inmediatamente a Isabel. Tenemos que acelerar todo. Creo que sospechan. Necesito al menos una semana para verificar toda esta información, respondió la periodista. No tenemos una semana. Si esperamos, encontrarán la manera de silenciarme o desacreditarme. Tras una pausa, Isabel respondió, hay otra opción. Tengo contactos en la Fiscalía Anticorrupción.
Con esta evidencia podrían iniciar una investigación inmediata. Hazlo decidió Verónica. Y una cosa más. Necesito que alguien me espere mañana en el aeropuerto de Oaxaca. No confío en quién vendrá a recogerme. Esa noche, mientras preparaba su maleta para el regreso anticipado, Verónica recibió un mensaje de texto de un número desconocido.
Todo listo. Busca a un hombre con gorra roja en la salida del aeropuerto. Te llevará a un lugar seguro. Con renovada determinación, guardó el teléfono y terminó de empacar. La red de los fuentes comenzaba a cerrarse a su alrededor, pero ella había tejido su propia telaraña, una que ahora estaba lista para atraparlos.
El vuelo de regreso a Oaxaca fue el más largo de la vida de Verónica, aunque apenas duró una hora. Cada minuto la acercaba a un desenlace que ya no podía controlar completamente. Las piezas estaban en movimiento y ahora solo quedaba esperar que su estrategia funcionara. Al desembarcar, encendió su teléfono para encontrar 10 llamadas perdidas de Juan Carlos y un mensaje críptico. Sé lo que hiciste. Mi padre quiere hablar contigo inmediatamente.
El estómago de Verónica se contrajo con ansiedad, pero mantuvo la compostura mientras avanzaba por la terminal. Tal como prometido, un hombre con gorra roja la esperaba en la salida. Sin embargo, antes de poder acercarse a él, una voz familiar la detuvo. Verónica se giró para encontrarse cara a cara con Rodrigo, el jefe de seguridad de don Hernando.
A pocos metros, dos guardaespaldas más esperaban junto a una camioneta negra de vidrios polarizados. “Don Hernando envió transporte”, dijo Rodrigo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. “Por favor, acompáñenos.” Verónica evaluó rápidamente sus opciones. Negarse en público podría causar una escena que llamaría la atención, pero subir a esa camioneta significaba ponerse completamente a merced de los fuentes.