Cuando una joven hereda una casa solariega aislada tras la trágica muerte de sus padres, descubre un oscuro secreto familiar que ha atrapado a su querida abuela en el silencio. Ella se propone encontrar la verdad, desatando fuerzas del mal más allá de sus peores pesadillas.
La niebla envolvió la mansión familiar mientras el auto de Daisy avanzaba por el camino de entrada, reflejando su corazón apesadumbrado. La antigua finca, rodeada de un jardín descuidado, se alzaba con una sensación de melancolía.
Cuando Daisy entró, el familiar olor a madera vieja llenó sus sentidos. No fue reconfortante.
“Señorita Daisy, bienvenida de nuevo”, la saludó la ama de llaves, la señora Collins.
“Gracias, señora Collins. ¿Está la abuela? -Preguntó Daisy.
La señora Collins asintió, pero su voz se volvió baja y solemne. “Ha estado muy frágil desde el derrame cerebral. Está en su nuevo dormitorio de abajo y todavía no habla.
Daisy encontró a su abuela, Edith, en la sala de estar.
“¿Cómo has estado, abuela?” preguntó, recibiendo sólo una tierna sonrisa como respuesta. Así es. La abuela nunca ha hablado con nadie.
Los pensamientos de Daisy se dirigieron a la reciente tragedia que la había traído de regreso a este lugar. La prematura muerte de sus padres en un accidente de avión privado la dejó huérfana y cargada con el patrimonio familiar.
“Nunca esperé heredar la mansión de esta manera”, admitió.
Ante eso, Edith extendió la mano y apretó suavemente la mano de Daisy, quien sonrió ante el gesto amoroso que necesitaba desesperadamente. Para su asombro, los labios de Edith comenzaron a temblar y surgió un susurro “Aegis”.
“¿Qué dijiste?” Preguntó Daisy, apretando sus manos.
Pero los ojos de Edith se volvieron pesados y la cabeza de la anciana se desplomó hacia adelante en su asiento.
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