
Cenaron románticamente; pero, al ver al camarero, el corazón del hombre dejó de latir. Era su exesposa, la mujer a la que había abandonado, ajena a los sacrificios que había hecho por él para alcanzar el éxito que hoy disfrutaba.
Ryan Alden entró en el sofisticado restaurante, adornado con lámparas de araña, acompañado de su nueva novia, Vanessa. Vestía un traje meticulosamente confeccionado, mientras ella lo sujetaba del brazo; su vestido plateado brillaba bajo la luz ambiental. “Ryan, este lugar es ideal”, comentó Vanessa, radiante mientras los acompañaban a su mesa asignada. Ryan observó su entorno con orgullo. Ahora podía permitirse este tipo de establecimiento sin reservas: uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. Sin embargo, al sentarse, su atención se fijó en una persona al otro lado del salón. Una camarera, ataviada con un modesto delantal beige, caminaba silenciosamente entre las mesas, balanceando los platos con destreza. Su rostro estaba ligeramente vuelto, pero cuando levantó la vista brevemente, la respiración de Ryan se detuvo momentáneamente. No puede ser. “¿Ryan?” ¿Estás bien?, preguntó Vanessa, observando su repentina inmovilidad. Él parpadeó, forzándole una sonrisa. “Sí, simplemente…”. Creí reconocer a alguien familiar. Sin embargo, era ella. Anna. Su exesposa. La mujer de la que se divorció cinco años antes cuando optó por perseguir aspiraciones más grandes; aspiraciones que finalmente se materializaron en millones, coches caros y rascacielos. Anna parecía más delgada ahora, con el pelo recogido con pulcritud. O no lo percibía o fingía ignorarlo.
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