Una mujer embarazada pidió pan en nuestra panadería.
Ella no tenía dinero y aun así le di un pan.
Ella sonrió, me entregó una horquilla y dijo: “Necesitarás esto algún día”.
El dueño me despidió. Me quedé con el pin, sin esperar gran cosa.

Seis semanas después, se me heló la sangre cuando encontré… una carta de esa misma mujer guardada en el bolsillo de mi viejo delantal.
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