La noche de bodas, mi esposa se negó a consumar el matrimonio. Sospechando algo, levanté la manta… y lo que vi me hizo caer de rodillas, temblando de miedo y dolor.

La ceremonia acababa de terminar, y las familias de ambos lados nos llenaban de bendiciones. Yo —Hoàng— aún me sentía embriagado por el vino y la felicidad del gran día. Mi esposa, Linh, era una mujer dulce, tranquila y virtuosa; todos decían que había tenido suerte de casarme con ella.
La noche de bodas debía ser el momento más sagrado y dulce para una pareja. Sin embargo, Linh se comportaba de forma extraña. Desde que entramos en la habitación, se sentó en el borde de la cama, con las manos entrelazadas, temblando. Pensé que tal vez estaba nerviosa, así que intenté bromear un poco para aliviar la tensión. Pero cuanto más lo hacía, más se apartaba, negándose con firmeza a dejarme acercar.
El tiempo pasaba y mi paciencia empezaba a agotarse. La confusión se mezcló con el enfado, y una inquietud extraña me invadió. Me pregunté: “¿Acaso Linh me oculta algo?”.
Era ya muy tarde. En la habitación sólo brillaba una tenue luz amarilla. Linh seguía acurrucada bajo la manta, temblando. Me acerqué, le puse una mano en el hombro y le pregunté suavemente:
—¿Qué te pasa, amor? Ya somos marido y mujer, ¿no confías en mí?