Cuando la falda cayó, me quedé congelada, casi cayendo hacia atrás por la impresión de ver…”

Tengo 20 años y soy peluquera, sin nada especial en mi vida hasta que apareció ella.

Se llama Hang, tiene 60 años y es directora de una empresa de materiales de construcción. Tiene la cara arrugada, pero es muy inteligente.

Ella siempre me dejaba una propina de 10 veces el precio del servicio.

Con el tiempo, se interesó más en mí y en mi situación.

Un día me dijo: “¿Quieres cambiar de vida? Cásate conmigo. Soy mayor, pero no te trataré mal”.

Me reí, pensando que era una broma. Sin embargo, unos días después, me mostró las escrituras de una propiedad, los documentos del coche y los extractos bancarios.

Todo estaba a su nombre. «Solo firma el certificado de matrimonio y todo esto será tuyo».

Cuando se lo conté a mi familia, se opusieron. Mi madre lloró durante una semana entera, y mi tía me maldijo: “¡Qué vergüenza para la familia, un parásito aferrándose a una anciana por dinero!”.

 

 

 

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