Pero me casé con ella de todos modos. Por orgullo y porque… realmente creía que no me estaba comprando con dinero.
La noche de bodas y el impactante secreto detrás del vestido

La boda fue discreta, con pocos invitados, solo unas cuantas personas de su lado. Recibí las escrituras de la propiedad y las llaves de un Lexus LX 600, que ella había puesto en un sobre de boda.
La miré con su vestido de novia blanco, con su rostro cuidadosamente maquillado, y me sentí confundida.
Ella sonrió y dijo: «Sé que has trabajado duro. Ahora es el momento de cumplir mi promesa».
La ayudé a entrar a la sala de bodas.
Sus manos temblaban.
La ayudé a ponerse el vestido.
Pero cuando la tela se cayó, me quedé paralizada y casi me caigo de la impresión.
Su espalda estaba cubierta de cicatrices, grandes y pequeñas, que iban desde la nuca hasta la cintura.
Algunos eran nuevos y rojos, como si le hubieran dado una descarga eléctrica o se hubieran rayado.
Tartamudeé: “¿Qué… qué pasó aquí?”
Se cubrió con un pañuelo, con la mirada perdida en la distancia:
Ese es el precio que tuve que pagar para llegar a donde estoy hoy. Fui amante de un hombre, mi esposa legal me agredió, fui empleada doméstica y mis jefes me maltrataron… Salí de abajo. No hay nada de qué avergonzarse.
Guardé silencio. Pero la historia no terminó ahí: unos días después, descubrí una verdad aún más impactante.
Después de la boda, me dejó vivir cómodamente.
Yo tenía coche, casa y dinero. Pero ella no podía dormir por las noches.
La vi llorar varias veces en el baño.
Una noche, miré su teléfono en secreto y vi… un video de vigilancia de un hombre entrando a escondidas en su empresa a las 2 am.
Tenía mis sospechas.
Busqué más información y me sorprendí al descubrir que yo era su hijo biológico, buscado por malversación de fondos y agresión.
Cuando le pregunté directamente, no lo negó:
Me casé contigo… para confrontarlo. Amenazó con quedarse con todas mis propiedades después de mi muerte. Así que te las cedí para confrontarlo.
No quería amor. Solo quería morir en los brazos de alguien en quien confiara y que no me traicionara.
Ahora vivo la vida de otra persona: tengo dinero, fama y hasta gratitud… pero también soy la sombra de una mujer que ha sufrido todo tipo de dolores.
Una noche, me abrazó y lloró: «Si un día ya no estoy aquí… quema todos los documentos. Vive tu vida, no sigas viviendo mi sueño inacabado».
Y me di cuenta de que no soy sólo un “joven marido”… Me he convertido en el último testigo de una vida trágica.