– No tienes que irte.
Emma miró hacia arriba.
Había una mezcla de esperanza y miedo en ellos.
– ¿Por qué?
Lawson no sabía cómo explicarlo.
No pude decir: “porque me veo en ti”.
No pude admitirlo: “porque por primera vez en veinte años me importa”.
Dijo algo más.
-Porque así tiene que ser.
Ella permaneció en silencio, estudiándolo cuidadosamente.
Demasiado atento durante diez años.
“¿Eres… una buena persona?” preguntó inesperadamente.
Se quedó congelado.
La pregunta lo dejó sin aliento.
Él se dio la vuelta.
– No. No está bien. Pero ahora… estoy haciendo lo que creo que es correcto.
Emma negó con la cabeza.
“Una buena persona es alguien que hace el bien, aunque crea que es malo. Eso decía mi mamá.”
Casi se rió entre dientes.
Casi.
Capítulo 6. Documentos
Pasó un día.
Lawson trabajaba, dando órdenes por teléfono, pero sus pensamientos volvían una y otra vez a la habitación donde dormían los niños.
Por la tarde llamó a Emma.
—Necesitamos hablar.
Ella subió sosteniendo a su hermano en sus brazos.
Había documentos sobre la mesa.
“Esto… es para ti”, dijo.
Ella tomó las sábanas con cuidado.
– ¿Qué es esto?
Esto me da derecho a cuidar de ti y de tu hermano. Temporalmente. Para que puedan vivir seguros. Con calor. Con comida. Con médicos. Con… —dudó—. Con un futuro.
Emma estaba temblando.
— ¿Tú… quieres ser nuestro… papá?
Perdió el aliento por la sorpresa.
No, no quería ser padre de nadie. No sabía cómo. No sabía cómo era. Le tenía miedo a la palabra, como si pudiera destruirlo.
Pero ella lo miró como si estuviera poniendo su vida en sus manos.
Él asintió lentamente.
—Quiero que estés a salvo. Eso es lo más importante.
Emma guardó silencio. Luego susurró:
-Entonces…estoy de acuerdo.
Y ella firmó.
Pequeña firma.
Pero ella cambió dos vidas.
Capítulo 7. La familia Lawson
En una semana, todo el mundo conocía esta historia.
Los medios de comunicación quedaron destrozados.
– ¡Lawson se hizo cargo de los niños sin hogar!
— ¡El Hombre de Hielo mostró inesperadamente su corazón!
—¿Qué esconde el magnate?
Los periodistas se deslizaron por debajo de las puertas, detrás de las vallas, bajo las medidas de seguridad.
La gente estaba chismorreando en la oficina.
El consejo de administración protestó: tales gestos podrían “generar dudas entre los inversores”.
Pero David Lawson, por primera vez en su vida, no estaba prestando atención.
Miró a Emma y Miles, que ahora vivían en su casa.
Comimos comida caliente.
Dormimos en camas suaves.
Ellos se rieron.
Sí.
Ellos se rieron.
Y algo en su pecho se descongeló lentamente.
Capítulo 8. Lo que Emma escondió
Un mes después, cuando la vida se había calmado más o menos, David notó que Emma a veces desaparecía durante una o dos horas. La encontró en el tejado.
Ella se sentó con las piernas colgando y miró la ciudad.
Emma, ¿qué haces aquí?, preguntó.
Ella se dio la vuelta.
– Pensar.
– ¿Acerca de?
Ella suspiró.
— Acerca de mamá.
Se sentó a mi lado.
Ella misma habló, por primera vez.
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