Una niña y su perro K9 descubren a dos policías enterrados vivos. ¡Su siguiente movimiento sorprendió a todos!

—¿Dónde estabas? ¡Te hemos estado buscando horas! —sollozó Leticia—. Pensé que… pensé que…

Renata la abrazó con fuerza.

—Perdón, mami. Yo… solo estaba enojada.

Diego tenía los ojos rojos.

—Perdóname, Renata —murmuró—. Te grité horrible por una tontería. Si te hubiera pasado algo…

Max se levantó, meneando la cola, y empujó su cabeza entre todos, como si también quisiera ser parte del abrazo.

Leticia lo miró y le pasó la mano por el lomo.

—Gracias por traerla de regreso —susurró.

Una enfermera se acercó.

—La niña Herrera, ¿verdad? —preguntó—. Los oficiales quieren verla.

Los tres se miraron sorprendidos. Renata se secó la cara con la manga y asintió.

Entraron a la habitación.

Los dos policías estaban en camas separadas, conectados a suero, las caras llenas de moretones pero con color otra vez. El hombre sonrió apenas al verla.

—Es ella —dijo—. La niña de la nieve.

 

 

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