Una niña de siete años entra en la sede de un millonario con una carta que destroza su vida

Mientras Natalia pasaba a las consultas y firmaba papeles, él se quedó con Dorita en la sala de espera infantil, decorada con dibujos, libros y una pequeña cocina de juguete.

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La niña, de repente, se quedó muy callada.

—¿Tienes miedo por tu mamá? —preguntó Javier.

—Siempre tengo miedo —contestó ella, sin rodeos—. Pero mamá dice que ser valiente no es no tener miedo. Ser valiente es hacer lo correcto aunque tengas miedo.

Javier sintió una especie de descarga en el pecho.
Aquella niña tenía más claridad que muchos adultos.

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—Tu mamá es muy sabia y muy valiente —dijo.

Ella lo miró fijamente.

—¿Vas a ser mi papá? —preguntó con una seriedad que lo dejó clavado al sitio.

Javier eligió las palabras con cuidado.

eguros. Pero, pasé lo que pasé con esa prueba, te prometo algo: no voy a desaparecer. Voy a estar para ayudarte a ti y a tu mamá.

Ella pareció pensarlo un segundo. Luego tomó su mano, pequeña, caliente.

—Yo creo que sí eres mi papá —dijo convencida—. Tenemos las mismas manos. Mire.

Puso su palma diminuta sobre la de él.
Tenía razón: los dedos largos, la forma de las uñas.
Hasta los nudillos se parecían.

Tres horas más tarde, Natalia salió de la consulta agotada, pero con una chispa de esperanza en los ojos.

—¿Qué tal? —preguntó Javier.

—Cansada —admitió ella—, pero el médico cree que el tratamiento puede ayudar. Vamos a empezar ya.

El análisis de ADN fue, en comparación, casi ridículamente simple: un bastoncillo de algodón en la mejilla de cada uno. Dorita lo encontró fascinante.

—¿Y cómo saben si somos familia con un poco de saliva? —le preguntó al técnico.

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—Es como un puzzle, cariño —explicó el hombre con paciencia—. Todos tenemos una especie de código especial dentro. La mitad viene de la mamá, la otra mitad del papá. Si el señor Javier es tu papá, vuestro código se parecerá mucho.

—¿Como un código secreto? —preguntó ella, con los ojos brillando.

—Exactamente —sonrió él.

Esa noche, Javier insistió en invitarlas a cenar a un restaurante familiar cercano al piso. Nada lujoso, pero acogedor.

Compartieron una pizza en una mesa pequeña.
Dorita iba quitando los trocitos de pepperoni con concentración.

—Cuéntame de tu vida, Dorita —pidió Javier—. ¿Qué te gusta hacer?

—Me gusta leer —dijo con seriedad—, dibujar, y ayudar a mamá a cocinar y limpiar, porque se cansa mucho. A veces soy yo la que la obliga a dormir la siesta.

A Natalia se le nublaron los ojos al escuchar a su hija hablar así.

—Es mi pequeña ayudante —susurró—. A veces creo que me cuida ella más a mí que yo a ella.

—Mamá, eso es lo que hacen las familias —contestó la niña, encogiéndose de hombros—. Se cuidan entre todos.

Javier sintió un nudo en la garganta.
Fuera lo que dijera el análisis, aquella niña se había ganado un lugar en su corazón para siempre.

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Después de cenar, Javier las acompañó hasta el piso. Dorita se durmió en el coche y él la subió en brazos por la escalera estrecha. Encajaba perfectamente contra su pecho, como si siempre hubiera pertenecido allí.

La acostó en su pequeña cama sin despertarla. Le apartó un mechón de pelo de la frente.

—Le gustas —susurró Natalia desde la puerta—. Mucho.

—Ella también me gusta a mí —respondió él, mirando la respiración tranquila de la niña—. Es increíble, Natalia. Has hecho un trabajo… impresionante.

—He hecho lo que he podido —dijo ella, con tristeza—. Me habría gustado darle muchas cosas más: clases de música, de baile, excursiones… cosas normales de la infancia. Pero no he podido.

Javier la miró.

—Todo eso se puede arreglar —dijo en voz baja—. Todo.

Se quedaron un rato en silencio, mirando a la niña dormir.

Al fin, Natalia preguntó lo que ambos tenían en la cabeza:

—¿Y si la prueba da negativa? —susurró—. ¿Si, por alguna razón, no es tu hija biológica?

Javier tardó unos segundos en contestar.

—Natalia —dijo al fin—, en las últimas 48 horas, esa niña ha cambiado algo muy profundo en mí. La sangre es ciencia. Lo que importa es el amor, el compromiso y la decisión. Si la prueba saliera negativa, quiero hablar contigo de otra posibilidad: adoptarla igualmente.

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Natalia lo miró como si no creyera lo que oía.

—¿Lo dices en serio?

—Más en serio que nada en mi vida —respondió—. He pasado años convencido de que nunca sería padre. De que no tendría familia. Y ahora descubro que quizá he tenido eso cerca todo este tiempo sin saberlo. No estoy dispuesto a dejarlo pasar otra vez.

Natalia cerró los ojos un momento, como si aquello fuera demasiada felicidad para un cuerpo tan cansado.

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En ese momento, ninguno de los dos imaginaba las pruebas que aún estaban por llegar.

Pero esa noche, en un piso pequeño de una gran ciudad, una enferma en tratamiento, un empresario que creía tenerlo todo y una niña de siete años durmieron con la misma idea en el corazón:

quizá los milagros existen.

Dos días después, el teléfono de Javier sonó temprano, mientras revisaba correos en su despacho.

En la pantalla apareció el nombre de doctor Herrera, su médico de confianza desde hacía años.
Sintió un pequeño nudo en el estómago. Sabía que llamaba por los resultados de la prueba.

—Javier —dijo el doctor—, tengo aquí el informe del laboratorio. He querido llamarte personalmente.

—Dime —respondió él, apoyando el codo en la mesa—. No le des vueltas.

Hubo un silencio incómodo al otro lado.

—Los resultados… son negativos. Según la prueba, no hay relación biológica entre tú y la niña.

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Las palabras le cayeron encima como un cubo de agua helada.

Negativo.
Como si alguien apagara la luz.

Javier colgó en silencio, agradeciendo que el médico no insistiera. Durante un minuto entero solo escuchó su propia respiración.

Dorita, con sus ojos iguales a los suyos.
La carta de Natalia.
El perfume a lavanda.

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Ahora, un papel diciendo que no era su hija.

No tuvo tiempo de procesarlo del todo.

Cuando salió de su despacho para despejarse, se encontró a Susana esperándolo en la sala de juntas, con una carpeta en la mano y una sonrisa que no le gustó.

—Tenemos que hablar —dijo ella, directa—. He estado investigando a tu querida Natalia.

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