Una madre de 70 años acudió a su hijo para pedirle dinero prestado para el tratamiento médico, su hijo solo le dio un paquete de fideos y luego la ahuyentó cortésmente, cuando llegó a casa y lo abrió, se sorprendió y no podía creer lo que veía…

La historia de la “bolsa de fideos instantáneos llena de dinero y amor” se extendió por todo el vecindario. Los ancianos del barangay, mientras tomaban café por la mañana, a menudo se decían entre sí:
– “Afortunadamente, Ramón pudo despertarse a tiempo. De lo contrario, se habría arrepentido por el resto de su vida”.

Un vecino incluso les dijo a los niños como lección:
– “Hijos, cuando tengan trabajo y dinero, recuerden no olvidar a sus padres. Solo necesitan tu corazón”.

Al principio, muchas personas criticaron a Ramón por ser poco filial y despiadado. Pero poco a poco, cuando vieron su cambio, lo miraron con otros ojos: ojos de simpatía y respeto.

El presidente de un barangay también mencionó esta historia en una reunión comunitaria, diciendo:
– “La piedad filial es la raíz de la familia filipina. Ramón nos mostró que nunca es demasiado tarde, si sabemos cómo dar marcha atrás”.

Una familia reunida

Las comidas de reunión se hicieron gradualmente más frecuentes. Dolores se sentó en el medio de la mesa, con Ramón a la izquierda y Cecilia a la derecha, rodeada de sus nietos cantando. Sirvió sopa y sonrió amablemente.

– “Mamá está muy feliz. No por el dinero, sino porque nuestra familia finalmente está unida”.

Ramón inclinó la cabeza respetuosamente:
– “Nanay, te prometo que de ahora en adelante no te entristeceré más”.

Afuera, el sol dorado de la tarde caía sobre el nuevo techo de tejas, el sonido de los gallos cantando y las risas de los niños resonaban. Todo el barangay se recordó mutuamente: “Nunca olvides a tus padres. Gracias a ellos, tenemos hoy”.

El último legado
de Dolores: la vejez pacífica

En los años posteriores a la cirugía, la salud de Dolores se estabilizó gradualmente. Todas las mañanas, a menudo se sentaba en el porche, mirando el jardín de sampaguita blanca y a sus nietos corriendo por el patio. Su rostro arrugado siempre brillaba con sonrisas.

Ramón y su esposa Cecilia aún mantenían el hábito de regresar a su ciudad natal todos los fines de semana. Cada vez que regresaban, toda la familia se reunía para comer, y Dolores se sentaba en el medio, contando viejas historias:
– “Cuando Nanay era joven, era muy difícil. Pero gracias al amor, pudimos llegar a donde estamos hoy”.

Los nietos escuchaban con entusiasmo, a veces preguntando:
– “Lola (abuela), ¿es cierta la historia del paquete de fideos con el sobre de dinero?”

Ella sonrió suavemente:
– “Sí, es verdad. Pero lo importante no es el dinero en el sobre, sino el corazón de un hijo para su madre”.

Una madre se convierte en un modelo a seguir

 

 

 

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