TN-Pareja desaparece en las Barrancas del Cobre en 2012 — 11 años después, hallan un carro calcinado

Una de ellas, que parecía susurrar detrás de las otras era esta. ¿Qué quiso decir con esa frase en el reverso de la foto? Aún seguimos aquí. Los investigadores comenzaron a indagar en el pasado de Marta con más rigor. Entre los documentos encontrados en el camión había anotaciones hechas a mano sobre cuentas de alimento, valores de venta por cabeza de toro y una lista de tres nombres escritos con letra firme y espaciada. Uno de los nombres fue rápidamente identificado.

Leonel Duarte, criador de ganado de una ciudad vecina que en su momento había sido acusado informalmente de robo de animales, pero nunca investigado de forma oficial. Leonel era un hombre de reputación dudosa. En los años 2000 circulaban rumores sobre su conexión con el tráfico de ganado para mataderos clandestinos. Marta lo conocía.

Según registros de la Asociación de Criadores, ella había hecho dos ventas para él entre 214 y 2015. Después de eso, no hubo más movimientos entre ellos. La policía local lo buscó tras la desaparición de Marta, pero él afirmó que no hablaban desde meses atrás. Ahora, en 2023, al ser llamado nuevamente a declarar, Leonel negó cualquier involucramiento.

Dijo que Marta era una mujer demasiado orgullosa para aceptar ayuda y que nunca tendría el valor de huir. Pero algo en su tono incomodó al investigador responsable del caso. Demasiado frío, demasiado objetivo. Mientras tanto, el camión comenzó a ser visitado por peritos forenses con enfoque en residuos biológicos. Fue entonces que ocurrió un descubrimiento curioso.

En el filtro de aire del motor había vestigios de tejido orgánico, cuero reseco, compatible con piel bobina. Pero no era solo eso. También había rastros de tejido humano muy deteriorado en cantidad mínima. Lo suficiente solo para saber. Alguien sangró en ese camión. La noticia se mantuvo en secreto, pero la información se filtró.

Un policía retirado, conocido de la familia, le contó a un comerciante del pueblo y pronto todo San Andrés del Mesquite ya lo sabía. El camión tenía sangre, nadie sabía de quién. Pero todos comenzaron a recordar. Una prima lejana de Marta llamada Daniela, decidió entonces buscar a Ignacio. Había guardado por años una carta que recibió de la propia Marta meses antes de la desaparición, pero nunca tuvo el valor de entregarla.

Dijo que en su momento parecía sin importancia un desahogo rural de quien lidia con pérdidas y deudas. Pero ahora releyendo cada línea, aquello parecía una señal gritante. La carta comenzaba con frases inconexas. Ya no sé si estoy intentando salvar a los toros o a mí misma. Y más adelante están preguntando demasiado sobre el camino que hago.

Uno de ellos dijo que no es seguro seguir sola, pero sola es como me mantengo viva. Daniela entregó la carta a la policía federal al día siguiente. La caligrafía era de Marta. Las fechas coincidían. La carta terminaba con un trecho que los investigadores consideraron la primera confesión indirecta de que ella sabía del riesgo que corría. Si un día no regresan los toros, no me busquen en los periódicos. Búsquenme donde nadie más siembra.

La frase resonó como un aviso tardío. Nadie entendió qué quiso decir, pero los mapas del entorno del punto donde se encontró el camión mostraban una particularidad. A unos 4 km al norte había una antigua hacienda abandonada marcada en los registros como tierra improductiva, suelo infértil para cultivo.

Ninguna vegetación crecía ahí y nadie a lo largo de los años pareció interesado en esas tierras. Con apoyo de un dron de la Defensa Civil, la policía sobrevoló la zona y detectó marcas inusuales en el suelo, líneas rectas, cruces paralelos, casi como cimientos superficiales, decidieron enviar un equipo a pie.

Era una franja de tierra con grava y arena firme, inhóspita, azotada por el viento. Pero en el centro de esa área encontraron algo que no esperaban. Un viejo poste de madera clavado en el suelo con dos alambres colgando como los de una cerca que nunca se terminó. Atado a ese poste estaba un pedazo de tela desbaída, rallada, verde, blanca y roja.

Un fragmento idéntico al paño que Marta llevaba a los remates para cubrir a los toros más débiles. La tela atada al poste parecía no tener razón de estar ahí. No había más cerca, ni sendero ni construcción alrededor. Era solo tierra agrietada y ese paño oscilando en el viento como un recuerdo dejado a propósito.

Uno de los policías recolectó la muestra y la envió al laboratorio forense. El análisis confirmó. misma composición de la manta que Marta solía llevar a los eventos rurales. Pero no era solo eso. Las puntas de la tela estaban manchadas con algo más oscuro, una mezcla antigua de sudor, tierra y sangre. El lugar fue excavado, primero con palas, luego con una pequeña retroexcavadora.

Cavaron 2 met y encontraron solo tierra compactada. Pero a 6 metros de ahí, el equipo hizo un nuevo descubrimiento. Restos de llantas quemadas, un cubo de metal retorcido y lo que parecía ser parte de una silla de montar de cuero carbonizada. El suelo alrededor contenía fragmentos de huesos, no humanos según los peritos, pero compatibles con ganado joven.

Todo indicaba que en ese claro, poco después del desaparición, parte de los toros fue sacrificada e incinerada. La nueva línea de investigación ganó fuerza. Marta pudo no haber sido víctima inmediata de un crimen, sino parte de una negociación clandestina que salió de control. La existencia de los tres nombres anotados en su libreta volvió al foco.

Uno ya identificado, Leonel Duarte. Los otros dos, inicialmente ilegibles, fueron finalmente descifrados tras un cruce con registros antiguos de asociaciones de criadores. Uno era Manuel del Río, dueño de un almacén rural quebrado. El otro Padilla S, sin nombre completo, pero con historial de multas ambientales y tráfico de carga animal.

La Fiscalía Estatal pidió autorización para interceptar llamadas y revisar procesos archivados. La teoría era arriesgada, pero realista. Marta pudo haber sido presionada por uno o más de estos hombres para transportar ganado fuera del registro legal. Ganado infectado, robado o usado como fachada para otra cosa. Al negarse o intentar salir, desapareció o se escondió.

Mientras tanto, Ignacio, cada vez más callado, comenzó a ser visto en horarios extraños en el camino de tierra que llevaba a la región donde se encontró el camión. No hablaba con nadie, no respondía al teléfono y rechazaba visitas de la policía hasta que un reportero local, intentando documentar los efectos del caso en la familia logró grabar un audio clandestino mientras lo observaba de lejos. En el audio, Ignacio habla solo. La voz es baja pero clara.

Querías desaparecer con todo, Marta, pero dejaste a los toros atrás. Pausa. Y nunca supe si el aviso era para mí o para ellos. Ese audio cayó en manos de la fiscalía. Por primera vez se consideró la posibilidad de complicidad pasiva. ¿Sabría Ignacio algo? ¿Habría ayudado a su hermana a desaparecer por miedo o por lealtad? ¿Habría escondido durante todos esos años algún detalle crucial? Llamado nuevamente a declarar, se negó.

 

 

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