Del otro lado, lejos de ahí, Marta caminaba entre senderos estrechos, observando una fila de cabras subir un cerro pedregoso. A su lado, una niña pequeña jalaba una de las cuerdas. Se llamaba Julieta, hija de una mujer que también perdió a alguien en un camino sin placas. Marta no decía quién fue, pero ayudaba a criar a la niña como quién sabe lo que es crecer con preguntas sin respuestas.
No había arrepentimiento en su mirada, solo una tristeza tranquila como quien carga algo que no quiere olvidar pero que ya noere. En los informes del Ministerio Público, Marta Luz Zambrano consta como testigo clave bajo protección. En la ficha técnica del museo donde reposa el camión está escrito, “Este vehículo perteneció a una mujer que decidió desaparecer para proteger la verdad que nadie quería escuchar.
” Y en las conferencias donde se capacita a agentes federales, su nombre se cita como ejemplo de resistencia no institucional, una categoría rara, una entre miles, porque la mayoría de las veces quien desaparece no regresa. y cuando regresa no es escuchado. Marta rompió esa lógica, no con armas ni con micrófonos, sino con tiempo, silencio y persistencia.
Y por eso hoy, cuando alguien pregunta qué es desaparecer de verdad sin ser enterrado, sin ser recordado solo como estadística, alguien siempre responde, “¿Conoces la historia de la mujer que desapareció con el camión y los 40 toros? Si esta historia te atrapó hasta el final, suscríbete al canal, envíasela a alguien que necesita escuchar esta verdad y sigue explorando los videos de la pantalla.
Aquí cada desaparición es una historia que merecía haber sido contada.
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Pareja desaparece en las Barrancas del Cobre en 2012 — 11 años después, hallan un carro calcinado…
Julio de 2012. El viento seco de la sierra Taraumara hacía crujir las tablas de madera del mirador turístico mientras el sol quemaba las laderas rojizas del cañón. En la foto parecen tranquilos. José Manuel sostiene el bolsillo del pantalón con una mano.
Mariana apoya el brazo en la varanda de madera y sonríe con el rostro ligeramente inclinado, como siera el peso de aquel paisaje inmenso detrás de ella. Era el tipo de viaje que siempre hacían. Salían de Hermosillo con la camioneta cargada, se dirigían al interior con un mapa doblado en la guantera, agua congelada en una hielera y los celulares apagados por horas. José Manuel, ingeniero agrónomo, conocía bien las carreteras.
Mariana, maestra de primaria, organizaba los itinerarios, las reservaciones y los horarios del tren. Llevaban 7 años juntos y los viajes de verano ya eran parte de la rutina de la pareja. Silenciosos, bien planeados, con caminatas, café colado y noches en cabañas sencillas.
Ese año decidieron ir más lejos, conocer de cerca las barrancas del cobre, un conjunto de cañones más profundos que el Gran Cañón. esparcidos por las montañas del suroeste de Chihuahua, planearon 5co días por la sierra Taraumara, entre caminatas, hospedajes rústicos y el tan mencionado paseo en el tren Chepe. Partiron a principios de julio.
La idea era llegar hasta Dibisadero, pasar una noche ahí, luego bajar hasta la región de Urique y Batopilas. zonas turísticas, pero rodeadas de caminos de terracería y silencio. Enviaron un mensaje a sus padres el día 13, diciendo que estaban bien. La previsión era regresar el día 18. Esa fue la última vez que alguien tuvo certeza de que José Manuel y Mariana aún estaban vivos.
El día 19 de julio amaneció con un calor típico de Hermosillo, pero con una extrañeza difícil de nombrar. La madre de Mariana intentó llamar justo después del desayuno sin éxito. El teléfono sonó dos veces y se cortó. Lo intentó de nuevo por la tarde. Nada. Pensó que su hija podría haber extendido el viaje, algo que ya habían hecho antes.
Pero al final del día, cuando tampoco logró contactar a José Manuel, llamó a su consuegra. Fue cuando la incomodidad se convirtió en preocupación. Al día siguiente, uno de los hermanos de Mariana fue a la terminal de autobuses y confirmó que la pareja no había desembarcado. El auto tampoco estaba en el garaje de la casa donde vivían. Buscaron en hospitales, consultaron con conocidos.
El día 21 registraron la denuncia formal de desaparición. La Fiscalía de Sonora notificó a las autoridades de Chihuahua. Se compartió un boletín con hoteles y estaciones del tren Chepe. Usaron una foto reciente de la pareja tomada pocos días antes con la leyenda pareja desaparecida. Viajaban en una Nissan X-Trail gris.
Fueron dos semanas de búsquedas intermitentes entre Krill, Batopilas y Urique. Equipos de rescate de protección civil, policías estatales y algunos voluntarios locales recorrieron senderos turísticos. Preguntaron en hospedajes, mostraron fotos a guías y comerciantes, pero nadie recordaba haberlos visto. Ninguna cámara de hotel registró su presencia.
No había movimientos en las tarjetas de crédito, ninguna llamada, ningún retiro en banco. Un único video de una tienda en San Rafael mostró al fondo un vehículo similar pasando por la carretera el día 15 de julio, pero la imagen era borrosa, lejana, no se podía confirmar. Fuera de eso, la carretera era polvo y silencio.
La primera pista concreta surgió de manera casi anónima. En agosto, la Fiscalía de Chihuahua recibió una llamada desde un teléfono público en Huachochi. Un hombre que no se identificó dijo haber oído hablar de un reten falso montado por hombres armados cerca del cañón de Batopilas.
Dijo que unos turistas habrían sido detenidos y llevados hacia el interior de la sierra. no supo dar nombres, fechas ni detalles. La información no pudo confirmarse. Aún así, levantó una hipótesis que cambiaría el tono de la investigación, la posible intervención del crimen organizado. La región sur de la Sierra Taraumara es conocida por su geografía inaccesible, por antiguas rutas de plantillos ilegales y por comunidades aisladas donde el Estado rara vez entra.
No es raro que los vehículos sean interceptados por grupos armados, especialmente en senderos remotos o fuera de las rutas turísticas. Con la escasez de pruebas, el caso comenzó a enfriarse. La familia de Mariana, sin embargo, se negó a aceptar el olvido. En los meses siguientes, imprimieron carteles y los pegaron en terminales de autobuses, estaciones del Chepe, gasolineras.
Crearon páginas en redes sociales con fotos del viaje, solicitaron entrevistas en radios locales y hasta participaron en un programa regional de Televisa. José Manuel era descrito como un hombre tranquilo, analítico, callado. Mariana como alguien organizada, dulce y persistente.
Nadie podía imaginar a la pareja involucrada en algún tipo de riesgo voluntario. Aún con la falta de respuestas, siguieron intentando. La última esperanza concreta surgió 11 años después. En marzo de 2023, un grupo de senderistas de Huachochi decidió explorar una ruta abandonada conocida como la boca del un camino de descenso antiguo, sin señalización, que lleva a un cañón seco entre rocas y ramas retorcidas.
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