Utilice un cepillo de dientes viejo y usado: no sólo es fácil de manejar, sino que también puede llegar a lugares a los que de otra manera sería difícil llegar. Extiende un poco de pasta de dientes, frótala por toda la superficie insistiendo si es necesario. Debes realizar movimientos circulares exactamente como lo haces cuando te cepillas los dientes. Dejar actuar unos veinte minutos y luego secar con un paño suave ligeramente húmedo para eliminar el exceso.
Si una primera capa no es suficiente, repite agregando la punta de una cucharadita de bicarbonato de sodio. De esta forma potenciarás el poder blanqueador de la pasta de dientes. La acción ligeramente abrasiva del bicarbonato de sodio penetrará entre los polímeros y dejará tus objetos blancos como la nieve.
Fácil, ¿verdad?