Alina le tomó la mano con suavidad. Su tacto fue un apoyo silencioso. Sintió que su padre había invertido en esa carta no solo palabras, sino años de su vida, su honestidad, su trabajo, su amor y su cuidado silencioso.
Viktor Stepanovich, sentado a un lado, observaba con calma el proceso. Sus manos, ásperas y callosas, se apretaron en puños sobre las rodillas, pero su mirada permaneció tierna. Había tenido una vida larga y difícil, y ahora que su hija se casaba, había decidido que la verdad y la honestidad eran más importantes que cualquier valor material.
Tamara Gennadyevna frunció el ceño. Su mirada pasó de su hija a Artyom, del sobre a Viktor Stepanovich. No entendía cómo un simple sobre podía provocar semejante reacción. Sus labios se apretaron en una fina línea, y sus manos, con sus anillos de oro, temblaron ligeramente.
"Leonid", dijo en voz baja, "¿entiendes lo que hay ahí dentro?"
"Parece que..." Leonid, el padre del novio, tampoco sabía qué hacer. Miró a su hijo, luego a Viktor Stepanovich. "Parece que es algo importante..."
La hija de Viktor, Alina, finalmente se decidió a hablar:
"Papá quiere que lo hagamos nosotros mismos".
Y lo entendieron.
La sala dejó escapar un suspiro tenso. Todos los invitados intuían que algo importante estaba sucediendo. Algunos empezaron a susurrar, otros arquearon las cejas con aire hosco, intentando adivinar qué habría escrito el padre de la novia.
