Al abrir la puerta, sentí que todo seguía igual. El aire aún conservaba el ligero aroma de su perfume, en el escritorio había un cuaderno abierto.
Tomaba cada objeto con cuidado: un vestido, sus coleteros, su libro favorito. Lloraba, los estrechaba contra mi pecho, como si eso pudiera devolverme aunque fuera un instante con ella.
De repente, de uno de los libros cayó un pequeño papel doblado. Mi corazón dio un vuelco.
Lo abrí y reconocí la letra de mi hija.
En la hoja estaba escrito: «Mamá, si lees esto, mira urgentemente debajo de la cama y lo entenderás todo».
Lo leí varias veces, con las manos temblando. Sentía un nudo en el pecho. ¿Qué podía significar?
Reuniendo fuerzas, me arrodillé y miré debajo de la cama… y lo que vi allí me dejó en estado de shock.
Con manos temblorosas saqué de debajo de la cama una vieja bolsa. Dentro había algunas cosas: un par de cuadernos, una cajita con objetos pequeños y el teléfono de mi hija. Ese mismo teléfono que mi esposo había dicho que “se había perdido”. El corazón me latía con un presentimiento oscuro.
Encendí el teléfono —todavía funcionaba—. Lo primero que abrí fue la mensajería. Allí encontré un chat con su amiga.
Fragmentos de la conversación