Mi hijo me envió a un asilo de ancianos el día de mi cumpleaños… pero pronto se arrepintió profundamente.
Era mi setenta y cinco cumpleaños. Como siempre desde que enviudé, me desperté sola, con la luz del sol filtrándose por las cortinas. Mis mañanas eran rituales silenciosos, llenas de objetos que me traían recuerdos: la taza desportillada que Diego me regaló de niña, el reconfortante aroma del té, fotografías enmarcadas de otra vida. Ese … Read more