Cuando mi marido me levantó la mano por no cocinar mientras yo tenía 40 grados de fiebre, firmé los papeles del divorcio. Su madre gritó: «¡Si te vas, acabarás en la calle sin nada!». Pero mi respuesta la dejó sin palabras.
Cuando me bajó la fiebre, también se rompió mi matrimonio. Me casé a los veinticinco años, creyendo que el amor bastaría para construir una vida. Pero tres años después, aprendí que un matrimonio basado en el control no es amor, sino una lenta y dolorosa ruptura. Esa noche, mi fiebre llegó a los 40 °C. … Read more