No era magia.
Era paciencia, juego, cariño sencillo.
Cola no sabía de terapias, pero sabía cómo hablar el idioma de un niño herido.
Una tarde, cuando Amanda se quedó dormida después de reír hasta quedarse sin fuerzas, Richard se acercó de nuevo a él.
—No entiendo —admitió, con honestidad que pocas personas le habían escuchado—. ¿Por qué sigues viniendo? Podrías irte, nadie te obliga a hacerlo.
Cola se quedó pensando un momento, mirando las manos dormidas de Amanda.
—Porque cuando ella se ríe… —dijo por fin— se me olvida que yo estoy solo.
Richard sintió que algo se rompía dentro de él.
Nunca se había preguntado qué había detrás de esos pies descalzos y esa mochila rota.
Solo veía a un intruso; ahora estaba viendo a un niño.
Respiró hondo.
—Mira… —empezó, torpe, como si las palabras también le pesaran—. Podría conseguir que te quedaras aquí.
Un lugar donde dormir, comida… y escuela.
Tú estudias, sigues viniendo a ver a Amanda… y yo me encargo de que nadie te corra.
Cola abrió los ojos como platos.
—¿De verdad? —susurró, como si no quisiera ilusionarse demasiado.
—De verdad —asintió Richard—. Hiciste algo que ningún médico pudo hacer. Le devolviste la vida.
Amanda, que no estaba tan dormida como parecía, levantó la cabeza con esfuerzo.
⬇️Para obtener más información, continúa en la página siguiente⬇️
Aby zobaczyć pełną instrukcję gotowania, przejdź na następną stronę lub kliknij przycisk Otwórz (>) i nie zapomnij PODZIELIĆ SIĘ nią ze znajomymi na Facebooku.
