Mis propios suegros me desnudaron para humillarme… pero no sabían algo: mi padre es millonario — y llegó para destruirlos.

Sofía se casó con un hombre mayor que no la quiere, solo para tener alguien que la mantenga. Bernarda, la gran doña Bernarda terminó en un asilo público, sola, amargada, contándole a las enfermeras que ella fue una reina, aunque nadie le cree. Yo volví al campo con mi padre, pero no para esconderme. Asumí mi lugar en la empresa familiar. Ahora dirijo la división de exportaciones internacionales. Viajo por el mundo, cierro tratos millonarios y ayudo a mujeres que han sufrido lo mismo que yo.

A veces, cuando tengo una reunión difícil, toco la tela de mi traje de diseñador y recuerdo la sensación de la seda rasgándose esa noche y sonrío porque esa noche no me rompieron. Esanoche me liberaron. Me quitaron la ropa, sí, pero al hacerlo, me quitaron el disfraz de mujer sumisa y dejaron al descubierto a la guerrera que llevaba dentro. Ellos querían verme desnuda y humillada. Al final, los únicos que quedaron desnudos ante el mundo, despojados de su dinero y su orgullo fueron ellos.

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