Richard creía que cumplía con su deber de buen padre al acoger a su hijastra embarazada en su casa, donde vivía con su hija biológica, otra hijastra y su esposa. Sin embargo, no era consciente de que esta decisión le obligaría a defender a su hija de formas que nunca había previsto.
Para ponerlos en antecedentes, soy Richard, enviudé y ya era padre de una hija adolescente, Amy, que ahora tiene 14 años. Me volví a casar hace cinco años con Beth, que entró en nuestra relación con dos hijas, Chelsea y Jess.
Chelsea, que ya es adulta, a diferencia de su hermana pequeña es adolescente, terminó hace poco su compromiso con su prometido, Tom, estando embarazada, y se vino a vivir conmigo, Amy, Jess y su madre, por poco tiempo. No imaginaba que tener a mis dos hijastras viviendo con nosotros se convertiría en una pesadilla.
Soy muy protector con mi hija porque siento que, como su único padre con vida, tengo que hacer todo lo que pueda para darle un buen comienzo en la vida. Sin embargo, sus hermanastras le causan estragos.
A veces, incluso han utilizado los objetos personales de mi hija sin pedir permiso y los han dejado estropeados, o los han perdido. A menudo les he reclamado, protegiendo a mi hija, pero Beth intervenía, alegando que yo tenía favoritismo, y ella y sus hijas acababan confabulándose contra mí y Amy.