Cuando tenía 13 años, mi madre falleció. Mi padre se volvió a casar un año después con una mujer que tenía una hija de mi edad. Intenté ser abierta, pero desde el principio me di cuenta de que mi padre estaba mucho más interesado en estrechar lazos con mi hermanastra que en mantener nuestra relación padre-hija. Me convertí en una invitada en mi propia casa. Ya saben: fotos familiares sin mí, vacaciones programadas durante mis exámenes, etc.

Pero lo aguanté, sobre todo porque mi madre me había organizado un fondo para la universidad, y mi padre se encargaba de guardarlo hasta que pudiera usarlo después de la preparatoria. Trabajé duro, me admitieron en la universidad de mis sueños y estaba lista para empezar esta nueva etapa.
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