Mi esposo me pidió que lo abandonara cuando nació con síndrome de Down… hoy es él quien sostiene a su padre en el hospital.

Mi corazón se rompió, pero encontré la fuerza. “Entonces vete. Si no puedes amar a tu propio hijo, no te necesitamos”.

Roberto se quedó, pero fue como si nunca hubiera estado realmente presente. Durante años, trató a Miguel como si fuera aire. Cuando Miguel gateaba hacia él, se alejaba. Cuando Miguel intentaba abrazarlo, Roberto lo apartaba.

Un día, a los cinco años, Miguel me preguntó en voz baja: “¿Por qué papá no juega conmigo?”.

Forcé una sonrisa, aunque me dolía el corazón. “Papá está ocupado, mi amor. Pero siempre jugaré contigo”.

Pasó el tiempo, y Miguel se convirtió en un niño muy dulce. Aprender fue más difícil, pero persistió. Le encantaba cocinar conmigo y siempre preguntaba: “Mami, ¿crees que a papá le gustará esto?”. Ganó una medalla en las Olimpiadas Especiales, pero Roberto ni siquiera asistió.

“¿Por qué no vino papá?” —preguntó Miguel, con su medalla brillando orgullosa en el pecho.

Tragué el nudo que se me formaba en la garganta. «No lo sé, cariño. Pero estoy muy orgullosa de ti».

Miguel nunca dejó de intentarlo. Le traía dibujos a Roberto, le hacía café, incluso le compraba pequeños regalos con el dinero que ganaba. Roberto los aceptaba con una sonrisa forzada, pero nunca le mostró agradecimiento.

Entonces, todo cambió hace tres meses.

Roberto sufrió un derrame cerebral. Los médicos dijeron que necesitaría cuidados constantes. No podía estar en el hospital todo el día por trabajo. Y entonces Miguel habló:

«Mami, puedo cuidar de papá. Me necesita».

«No es fácil, Miguel. Necesitará ayuda con todo».

 

«Lo sé. Pero es mi papá».

Aby zobaczyć pełną instrukcję gotowania, przejdź na następną stronę lub kliknij przycisk Otwórz (>) i nie zapomnij PODZIELIĆ SIĘ nią ze znajomymi na Facebooku.