—Uy… qué torpe —dijo con una sonrisa falsa, mirándome como si yo fuese invisible.
Javier no solo no se molestó. Se rió.
Entonces se inclinó hacia mí y, delante de varias personas, me dio un trapeador que un camarero había traído.
—Anda, Clara. Límpialo. Para algo sirven las amas de casa, ¿no? —dijo, soltando una carcajada.
Sentí que el mundo se me apagaba por un segundo. Varias miradas se clavaron en mí. Algunas con pena, otras con morbo.
Yo apreté los dientes. Tomé el trapeador. No porque me humillara… sino porque en ese momento comprendí algo: Javier jamás me había conocido de verdad.
Lo que él no sabía era que, mientras él jugaba a ser un gran CEO, yo llevaba meses revisando reportes, estudiando balances, y comprando acciones… bajo mi apellido de soltera: Álvarez.
Esa noche, mientras él seguía riéndose con su amante, yo miré el vino en el suelo y pensé: mañana ya no voy a limpiar nada.
Al llegar a casa, Javier ni siquiera se disculpó. Solo dijo:
—No hagas un drama. Tú naciste para servir.
⬇️Para obtener más información, continúa en la página siguiente⬇️
Aby zobaczyć pełną instrukcję gotowania, przejdź na następną stronę lub kliknij przycisk Otwórz (>) i nie zapomnij PODZIELIĆ SIĘ nią ze znajomymi na Facebooku.
