Me casé con un respetado heredero de Boston que nunca me tocó, y la noche que seguí un susurro en su mansión, ella encontró la habitación secreta que reveló la verdad que nunca esperó.

Una boda que parecía perfecta, pero algo no cuadraba

Ava Mitchell había imaginado el día de su boda desde pequeña. Así que cuando Charles Harrington, heredero de una prestigiosa familia de Boston, le propuso matrimonio tras un romance apasionado, creyó haber alcanzado la vida que siempre había deseado.
La ceremonia tuvo lugar en una imponente iglesia histórica, a la luz de las velas y con música suave. Sin embargo, tras el refinado encanto de Charles, Ava percibía una extraña distancia que no podía explicar.

Un marido que mantuvo la distancia

Su primera noche en la mansión de Charles en Beacon Hill fue más fría de lo que esperaba. Él era cortés, incluso amable, pero se mantuvo distante y decidió dormir en un ala separada de la casa.
Ava se convenció de que era estrés, timidez o simplemente el peso de sus responsabilidades. Pero con el paso de los días, la inquietud se hizo más fuerte.

Reglas extrañas y pasillos silenciosos

Ava empezó a notar cosas inusuales. Algunos pasillos estaban cerrados permanentemente. El personal evitaba hacer preguntas sobre el ala este.
Algunas noches, cuando la casa se quedaba en silencio, creía oír a alguien hablar en voz baja, casi como una súplica.
Cada vez que le preguntaba a Charles sobre algo, él la ignoraba con vagas excusas.

La puerta oculta detrás de la estantería

Una noche de insomnio, la curiosidad superó su cautela. Siguiendo el débil sonido de una voz, Ava pasó los dedos por una estantería de la biblioteca y sintió que un panel suelto se movía.
La estantería se movió lo justo para revelar un estrecho pasadizo oculto. Salió un aire húmedo, con un ligero aroma floral que le revolvió el estómago.

Al final del pasillo había una puerta cerrada… y una voz temblorosa del otro lado.

“¿Hay alguien ahí?”

Ava se quedó paralizada.
“Soy Ava”, susurró. “¿Quién eres?”

Me llamo Lily… Por favor, ayúdenme. No puedo irme.

Su mundo se tambaleó. Charles Harrington, admirado, respetado, adorado, escondía a otra mujer en su propia casa.

Un matrimonio construido sobre las apariencias

Esa noche, Charles regresó tan encantador como siempre, sirviendo vino y preguntándole amablemente cómo le había ido el día.
Ava se obligó a sonreír mientras le temblaban las manos.
Ahora lo entendía: su matrimonio no era una sociedad. Era un escudo que él usaba para proteger un secreto que jamás quiso que nadie descubriera.

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