Preparación:
Cogemos un bol grande (probablemente lo esparciremos) y añadimos 400 g de la harina que hayamos elegido. Debía haber quedado alguna reserva.
En el medio hacemos un agujero. Echa la levadura y el agua poco a poco en el hueco y amasa con las manos. Es mejor no verter el agua de una vez, para sentir la consistencia de la mezcla y ver si necesita más o menos. Para esa cantidad de harina necesitaremos alrededor de un vaso de agua, pero aunque sigamos una receta, la cocina tiene gran parte de intuición, así que haz caso al instinto de tu chef para saber cuándo está lista, aunque te la demos. una mano.
Después de amasar un poco, añadimos dos pizcas de sal y el aceite de oliva. En este punto hay que añadir la sal, porque no debe estar en contacto directo con la levadura, así que recuerda no echarla toda junta.
Ahora que tenemos todos los ingredientes, seguimos amasando durante unos 10 o 15 minutos, hasta que la masa esté uniforme y ya no se nos pegue a las manos. Mientras se amasa, un truco consiste en romper la masa, volver a armarla y girarla formando una espiral. Esto hará que quede un poco elástico, esta es la textura que debes notar. Con esa consistencia luego se estirará muy bien
Una vez que hayamos hecho nuestra masa, debemos espolvorear un poco de harina en el bol, colocarla allí, taparla con film transparente para que no coja aire y dejarla reposar en el frigorífico al menos una hora, aunque también nos ayuda todos los días.