Hasta esa noche, lo había considerado alguien que intentaba ocupar un lugar que no le pertenecía. Pero en ese momento, me di cuenta de que no estaba reemplazando a nadie; simplemente estaba eligiendo estar presente para mí. Y a veces, estar presente significa mucho más de lo que la biología podría significar.
A partir de esa noche, Jim se convirtió en más que un padrastro.
Se convirtió en una constante: me ayudaba con las tareas, arreglaba los juguetes rotos y se quedaba despierto hasta tarde para hablar de cosas que no entendía.
Mirando hacia atrás, esa noche nevada marcó el comienzo de todo. No fue un gesto grandioso ni un momento cinematográfico. Fue solo un hombre, de pie al fondo de una sala llena, aplaudiendo con tanta fuerza que derribó todos los muros que había construido. Esa noche, aprendí realmente lo que significa la familia.