Las reacciones de quienes lo ven
Resulta que no soy la primera persona que se aterroriza al verlo. Personas de todo el mundo han confundido los Dedos del Diablo con algo mucho más siniestro. Algunos han llamado a emergencias, convencidos de haber encontrado el cadáver de un animal, o peor aún, restos humanos. Otros han compartido fotos en línea, convencidos de haber descubierto una especie alienígena.
Pero siempre, la explicación es la misma: es solo un hongo. Un ser vivo, pero no uno que intente hacer daño. Su aspecto y olor inquietantes son simplemente parte de su estrategia de supervivencia.
Aún sabiendo eso, no pude animarme a acercarme otra vez.
Un extraño tipo de respeto
A la mañana siguiente, al salir a regar las flores de nuevo, me encontré evitando por completo ese rincón del jardín. El Dedo del Diablo seguía allí, con sus ramas rojas curvándose ligeramente al sol, zumbando con moscas curiosas.
Me quedé a unos cuantos metros de distancia, extrañamente fascinado y profundamente inquieto al mismo tiempo.
A su manera, era a la vez repugnante y extraordinario: un recordatorio de que la naturaleza no necesita verse hermosa para ser extraordinaria. Puede ser grotesca, inquietante, incluso aterradora, y aun así cumplir una función.
Así que decidí dejarlo así.
Ese pedazo de tierra ahora le pertenece. Riego las flores a distancia, con cuidado de no perturbar lo que he llegado a considerar «el regalo del diablo».
A veces, al final de la tarde, cuando la luz da justo en el suelo, aún puedo ver un destello rojo entre las briznas de hierba. Y recuerdo que incluso en los lugares más familiares —nuestros propios jardines— la naturaleza aún tiene el poder de sorprendernos, asustarnos y humillarnos a la vez.