LA HIJA DEL CIRUJANO NUNCA CAMINÓ EN SU VIDA HASTA QUE UN NIÑO SIN HOGAR DIJO DÉJAME INTENTARLO… Hija del cirujano, nunca caminó en su vida hasta que un niño sin hogar dijo, “Déjame intentar.” El Dr. Eduardo Hernández observaba a su hija Valeria a través del cristal de la sala de fisioterapia del hospital San Ángel en Ciudad de México, mientras ella permanecía inmóvil en la silla de ruedas especial. A los 2 años y medio, la niña rubia nunca había dado un solo paso y cada consulta con los mejores especialistas del país traía el mismo diagnóstico desalentador.

 

El doctor Wong, el especialista chino que había enseñado a la madre de Mateo, fue contactado y aceptó venir a México para observar el trabajo del niño. Cuando llegó, dos semanas después, quedó impresionado. “Este niño tiene una intuición natural para la neurorehabilitación”, dijo tras observar varias sesiones. Aplica las técnicas de forma instintiva, adaptándose a las necesidades específicas del niño. ¿Pero cómo es posible? Preguntó Eduardo. A veces el conocimiento pasa de persona a persona de formas que no podemos explicar del todo.

Su madre debió ser una alumna excepcional y él absorbió no solo las técnicas, sino la esencia del tratamiento. El doctor Wong trabajó con Mateo por una semana, refinando sus técnicas y enseñándole nuevos ejercicios. El niño mostró una capacidad sorprendente para aprender y adaptar las enseñanzas. Valeria seguía progresando. Ya podía mantenerse de pie sola por unos segundos y daba pasos más firmes con apoyo. Pero lo más importante era su transformación emocional. Sonreía constantemente, balbuceaba palabras y mostraba interés por todo a su alrededor.

En casa, Mateo se adaptaba cada vez mejor a su nueva vida. Mariana lo había inscrito en una escuela privada cercana donde rápidamente destacó por su inteligencia y amabilidad. Los maestros quedaron impresionados con su madurez. “Mateo es un niño especial”, le dijo la maestra a Mariana. Tiene una empatía natural y siempre ayuda a sus compañeros. Es como si hubiera nacido para cuidar de otros. Pero no todo era tranquilo en la vida del niño. A veces, especialmente de noche, despertaba llorando, llamando a su madre.

Mariana siempre iba a consolarlo hablándole de Carmen y manteniendo viva su memoria. “Mateo, tu mamá debe estar muy orgullosa de ti”, decía Mariana acariciando el cabello del niño. Ella te enseñó a ser bondadoso y generoso, y ahora estás usando esos dones para ayudar a otros. Extraño a mi mamá, tía Mariana. Lo sé, mi amor. Es normal extrañarla, pero recuerda que su amor está aquí dentro de tu corazón y nunca se irá. Querido oyente, si estás disfrutando de la historia, no olvides darle me gusta y, sobre todo, suscribirte al canal.

Eso nos ayuda mucho a los que estamos comenzando. Ahora continuemos. Dos meses después de los primeros pasos de Valeria, algo inesperado sucedió. Sofía, la madre biológica de la niña, apareció en el hospital. Eduardo estaba acompañando una sesión de Mateo con Valeria cuando la secretaria lo llamó. Doctor Eduardo, hay una mujer en recepción que dice ser la mamá de Valeria. El corazón de Eduardo se aceleró. No había hablado con Sofía en más de un año. Mateo, sigue con los ejercicios.

Ya vuelvo. En recepción, Eduardo encontró a Sofía exactamente como la recordaba, alta, morena, elegante, pero con una expresión de frialdad que siempre lo molestaba. Hola, Eduardo. Sofía, ¿qué haces aquí? Me enteré por mis padres que Valeria está caminando. Vine a ver si era cierto. ¿Y por qué te interesa ahora? Hace dos años dijiste que no querías saber de ella. La gente cambia, Eduardo. Quizá me apresuré. Eduardo sintió enojo y desconfianza. Sofía, no puedes aparecer así después de dos años y querer ser parte de la vida de Valeria.

Legalmente soy su madre. Tengo derechos. La conversación se interrumpió con la llegada de Valeria y Mateo. La niña caminaba lentamente, apoyada en el niño, pero caminaba. Al ver a su padre, soltó la mano de Mateo y dio unos pasos sola hacia él. “Papá”, dijo abrazando las piernas de Eduardo. Sofía se quedó impactada, no solo por ver a su hija caminar, sino por el cariño con el que la trataba a Eduardo. En sus ojos brillaba una mezcla de sorpresa, admiración y algo que parecía arrepentimiento.

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