LA HIJA DEL CIRUJANO NUNCA CAMINÓ EN SU VIDA HASTA QUE UN NIÑO SIN HOGAR DIJO DÉJAME INTENTARLO… Hija del cirujano, nunca caminó en su vida hasta que un niño sin hogar dijo, “Déjame intentar.” El Dr. Eduardo Hernández observaba a su hija Valeria a través del cristal de la sala de fisioterapia del hospital San Ángel en Ciudad de México, mientras ella permanecía inmóvil en la silla de ruedas especial. A los 2 años y medio, la niña rubia nunca había dado un solo paso y cada consulta con los mejores especialistas del país traía el mismo diagnóstico desalentador.

 

Eduardo sintió un nudo en el pecho. Ya había probado todos los tratamientos convencionales, gastado fortunas en especialistas internacionales y nada funcionaba. ¿Qué podía perder dejando que ese niño intentara? Doctor Hernández. La voz de la fisioterapeuta Daniela resonó en el pasillo. La sesión de Valeria ya terminó. Tampoco hubo respuesta hoy. Daniela, quiero que conozcas a Mateo. Él tiene algunas ideas sobre ejercicios para Valeria. La fisioterapeuta miró al niño de arriba a abajo con desdén. Doctor, con todo respeto, un niño de la calle no tiene conocimientos médicos para Déjeme intentar, por favor.

Interrumpió Mateo. Solo 5 minutos. Si no responde, prometo irme y no volver. Querido oyente, si está disfrutando la historia, aproveche para dejar su like y sobre todo suscribirse al canal. Esto nos ayuda mucho a los que estamos empezando ahora continuando. Eduardo miró a Valeria, quien por primera vez en meses mostraba interés en algo. La niña aplaudía y sonreía mirando a Mateo. 5 minutos dijo finalmente, “pero voy a estar observando cada movimiento.” Mateo entró a la sala de fisioterapia y se acercó con cuidado a Valeria.

 

La niña lo observaba con curiosidad. Sus ojos azules brillaban de una forma que Eduardo no veía desde hacía mucho. “Hola, princesa”, dijo Mateo suavemente. ¿Quieres jugar conmigo? Valeria balbuceó algunas palabras incomprensibles y extendió sus bracitos hacia el niño. Mateo se sentó en el piso junto a la silla y comenzó a cantar una melodía suave mientras masajeaba con delicadeza los pies de la niña. ¿Qué está haciendo? Susurró Daniela a Eduardo. Parece, parece una técnica de reflexología, respondió Eduardo sorprendido.

¿Dónde aprendería eso un niño de 4 años? Mateo siguió cantando y masajeando, alternando entre los pies y piernas de Valeria. Para asombro de todos, la niña comenzó a emitir sonidos de placer y sus piernas, normalmente rígidas, parecían más relajadas. “Valeria nunca había reaccionado así a ningún tratamiento”, murmuró Eduardo acercándose. “A ella le gusta la música”, explicó Mateo sin detener sus movimientos. A todos los niños les gusta. Mi mamá decía que la música despertaba partes del cuerpo que estaban dormidas.

Poco a poco, algo extraordinario comenzó a suceder. Valeria movió levemente el dedito del pie izquierdo. Fue un movimiento casi imperceptible, pero Eduardo, acostumbrado a observar cada mínimo signo, lo notó de inmediato. “Daniela, ¿viste eso?”, susurró él. Debe haber sido un espasmo involuntario, respondió la fisioterapeuta, pero su voz denotaba incertidumbre. Mateo continuó por unos minutos más hasta que Valeria bostezó y mostró cansancio. “Por hoy es suficiente”, dijo el niño levantándose. Se quedó bien cansadita. Mateo llamó Eduardo cuando el niño se dirigía a la puerta.

¿Dónde aprendiste a hacer eso? Mi mamá era enfermera antes de enfermarse. Cuidaba a niños especiales en el hospital de nuestra ciudad. Cuando nació mi hermanita con problemas en las piernas, me enseñó todo para ayudarla. ¿Y dónde está tu mamá ahora? El rostro de Mateo se entristeció. Se fue hace tres meses. Se puso muy enferma y no pudo mejorar. Después de que ella partió, vine a Ciudad de México porque ella siempre hablaba de este hospital. Decía que aquí estaban los mejores doctores.

⬇️Para obtener más información, continúa en la página siguiente⬇️

 

Aby zobaczyć pełną instrukcję gotowania, przejdź na następną stronę lub kliknij przycisk Otwórz (>) i nie zapomnij PODZIELIĆ SIĘ nią ze znajomymi na Facebooku.