LA HIJA DEL CIRUJANO NUNCA CAMINÓ EN SU VIDA HASTA QUE UN NIÑO SIN HOGAR DIJO DÉJAME INTENTARLO… Hija del cirujano, nunca caminó en su vida hasta que un niño sin hogar dijo, “Déjame intentar.” El Dr. Eduardo Hernández observaba a su hija Valeria a través del cristal de la sala de fisioterapia del hospital San Ángel en Ciudad de México, mientras ella permanecía inmóvil en la silla de ruedas especial. A los 2 años y medio, la niña rubia nunca había dado un solo paso y cada consulta con los mejores especialistas del país traía el mismo diagnóstico desalentador.

Hija del cirujano, nunca caminó en su vida hasta que un niño sin hogar dijo, “Déjame intentar.” El Dr. Eduardo Hernández observaba a su hija Valeria a través del cristal de la sala de fisioterapia del hospital San Ángel en Ciudad de México, mientras ella permanecía inmóvil en la silla de ruedas especial. A los 2 años y medio, la niña rubia nunca había dado un solo paso y cada consulta con los mejores especialistas del país traía el mismo diagnóstico desalentador.

Fue entonces cuando sintió que alguien le jalaba suavemente su bata blanca. Al bajar la mirada, vio a un niño de aproximadamente 4 años con cabello castaño despeinado y ropa gastada que parecía haber visto días mejores. “Doctor, ¿usted es el papá de la niña rubia?”, preguntó el pequeño señalando a Valeria. Eduardo se extrañó con la pregunta. ¿Cómo había entrado ese niño al hospital sin acompañante? Estaba a punto de llamar a seguridad cuando el niño continuó. Yo puedo hacer que camine.

Sé cómo ayudarla. Niño, no deberías estar aquí solo. ¿Dónde están tus papás? Respondió Eduardo tratando de mantener la paciencia. No tengo papás, doctor, pero sé cosas que pueden ayudar a su hija. Aprendí cuidando a mi hermanita antes de que antes de que se fuera. Había algo en la seriedad del niño que hizo dudar a Eduardo. Valeria, que siempre permanecía apática durante las sesiones, había volteado hacia donde estaban hablando y extendía sus bracitos a través del cristal. “¿Cómo te llamas?”, preguntó Eduardo agachándose para quedar a la altura del niño.

“Me llamo Mateo, doctor. Duermo allá en la banca de la plaza, frente al hospital desde hace dos meses. Todos los días vengo y me quedo mirando a su hija por la ventana. El corazón de Eduardo se apretó, un niño tan pequeño viviendo en la calle y aún así preocupado por Valeria. Mateo, ¿qué sabe sobre ayudar a niños que no pueden caminar? Mi hermanita también nació así. Mi mamá me enseñó unos ejercicios especiales que la hacían mejorar. hasta llegó a mover sus piernitas antes de antes de irse.

⬇️Para obtener más información, continúa en la página siguiente⬇️

 

Aby zobaczyć pełną instrukcję gotowania, przejdź na następną stronę lub kliknij przycisk Otwórz (>) i nie zapomnij PODZIELIĆ SIĘ nią ze znajomymi na Facebooku.