
Algunos incluso susurraban sobre el vínculo entre un animal de servicio y su humano. Algunos habían leído historias de perros que detectaban ataques de pánico antes de que ocurrieran, o que despertaban a sus dueños de pesadillas, o que se interponían entre ellos y el peligro sin dudarlo. Pero verlo en la vida real era diferente: se sentía más profundo, casi sagrado.
Dos horas después de que comenzaran los primeros susurros, el soldado se despertó. No fue un despertar lento y perezoso; fue el tipo de alerta repentina y completa que se produce al vivir en entornos de máxima alerta. Abrió los ojos de golpe, escudriñando el espacio antes de ablandarse al posarse en su perro.
La cola del pastor alemán golpeó una vez el suelo a modo de saludo.
El soldado se incorporó lentamente, frotándose los ojos. Vio la botella de agua y murmuró un suave «Gracias, amigo», mientras destapaba la botella.
Fue entonces cuando pareció notar la pequeña valla, la multitud a una distancia prudencial y el guardia de seguridad aún cerca. Sus mejillas se sonrojaron levemente.
“Lo siento”, dijo con la voz ronca. “Supongo que… eh… no quise…” Su voz se fue apagando, sin saber cómo explicar lo de quedarse dormido en pleno aeropuerto.
El oficial sonrió. «No tienes que disculparte, hijo. Te has ganado el descanso».
El soldado miró a su perro, que se rascaba detrás de las orejas. El pastor se inclinó ante su tacto con un suspiro silencioso, como aliviado de que el turno finalmente hubiera terminado.
Sin ninguna fanfarria, el soldado se puso de pie, se colgó la mochila sobre un hombro y se ajustó la correa de la chaqueta del uniforme.
No hubo despedida dramática, ni discursos, ni aplausos: sólo un joven y su perro caminando hacia la salida de la terminal, uno al lado del otro.
Pero al pasar, más de una persona en ese aeropuerto se encontró conteniendo las lágrimas. No por lástima, sino por respeto: por el soldado que tanto había dado, y por el guardián de cuatro patas que había dado igual a cambio.
Y aunque la multitud finalmente se dispersó, no hay duda de que para muchos de ellos el recuerdo de ese momento perduraría mucho más que cualquier vuelo.