Joven, sin hogar y juzgada por todos, hasta que una mujer amable vio lo que nadie más vio y cambió su vida para siempre de una manera que nadie podría haber imaginado.

Esas tres palabras me enseñaron que la bondad no necesita ser grandiosa para ser poderosa. No cuesta nada, pero puede sacar a alguien del borde de la desesperación.

Mi vida no ha sido fácil, pero ha estado llena de una belleza inesperada. El mundo todavía me juzga a veces, pero ya no dejo que me defina. Porque sé lo que un pequeño acto de compasión puede lograr. Puede transformar la vergüenza en fuerza, el dolor en paz y la soledad en esperanza.

Y esa es una lección que llevaré y compartiré por el resto de mi vida.

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