Esas tres palabras me enseñaron que la bondad no necesita ser grandiosa para ser poderosa. No cuesta nada, pero puede sacar a alguien del borde de la desesperación.
Mi vida no ha sido fácil, pero ha estado llena de una belleza inesperada. El mundo todavía me juzga a veces, pero ya no dejo que me defina. Porque sé lo que un pequeño acto de compasión puede lograr. Puede transformar la vergüenza en fuerza, el dolor en paz y la soledad en esperanza.
Y esa es una lección que llevaré y compartiré por el resto de mi vida.