Hombre echa a patadas a una mujer embarazada – Historia del día

La voz de una mujer, profesional y educada, llenó la habitación. “Sr. Evans, le recuerdo que los documentos de su nuevo apartamento están listos para que los recoja cuando le venga bien”.

El mensaje fue como un golpe, hundiéndome el corazón. Dave planeaba mudarse. Con el corazón destrozado, me di cuenta de que no podía quedarme, no como recordatorio de una situación complicada de la que él quería escapar.

Imagen con fines ilustrativos | Fuente: YouTube/LOVEBUSTER

Así que decidí irme, con el corazón aún más oprimido que cuando intenté marcharme antes. “Nos tenemos el uno al otro, mi pequeño”, susurré a mi vientre, preparándome para enfrentarme al mundo sola mientras hacía las maletas.

Sin embargo, antes de que pudiera marcharme, el sonido del timbre hizo que todo mi cuerpo se estremeciera. Por un segundo pensé que era Dave, pero abrí la puerta y vi a Miles, que miraba con desprecio mi embarazo. Sus primeras palabras destilaban desdén. “La maternidad te ha añadido unos kilos, ¿eh?”.

“¿Qué quieres, Miles?”, pregunté, con voz aguda.

Pasó de largo, ignorando mi enfado con una sonrisa burlona. “Sólo quería comprobar tu hospitalidad y la de mi amigo soltero” -dijo, con tono condescendiente.

Su audacia me dejó atónita. “Lárgate”, le exigí.

Imagen con fines ilustrativos | Fuente: YouTube/LOVEBUSTER

Ignoró mi orden, yendo por fin al grano. “Seamos una familia, Annabelle. Piensa en la publicidad que me harás a mí, el ‘padre devoto'”.

¿Publicidad? ¿Para su carrera futbolística? ¿Estaba loco? ¡Quería utilizar a nuestro hijo en su provecho! Revuelta, le aparté de un empujón, condenando su monstruoso egoísmo.

Miles se rió. “¿Qué vas a hacer sin mí? ¿Crees que Dave te acogió porque te quería? ¿Qué se preocupaba por ti y por tu equipaje? No eras más que otro proyecto, una oportunidad para jugar al héroe. Un caso de caridad, no su amada”.

Durante un segundo consideré sus palabras, con mis pensamientos debatiéndose en mi cabeza. Pero un dolor repentino, agudo e inevitable, me distrajo. Unos latidos más tarde, un líquido salpicó el suelo.

“He roto aguas, Miles” -exclamé, presa del pánico al sentir otra contracción.

Leave a Comment