"¿Qué es eso?"
La esposa responde sin pestañear:
"¡Una estatua decorativa! Los Dupont tienen una al cruzar la calle, así que quería hacer lo mismo".
El marido, ya sea buen deportista o simplemente cansado, no insiste y se va a la cama. ¿Fin de la historia? No del todo. A las dos de la madrugada, regresa con un sándwich y una copa de vino, los coloca frente a la famosa estatua y le susurra al oído:
"Por favor, come algo. Estuve congelada en casa de los Dupont dos días y nadie me ofreció nada".
Un guiño irresistible al ingenio femenino... ¡y a la mirada pícara de maridos no tan tontos!
Un antojo irresistible de chocolate: misión casi imposible.
Otro lugar, otra escena. Es temprano, muy temprano. Apenas las 8 de la mañana. El hombre llega al supermercado, visiblemente estresado. Lanza una simple barra de caramelo de menta a la cinta transportadora. Su mirada aterrorizada lo dice todo.
"¿Eso es todo?", pregunta el cajero intrigado.
"¿Podría darme cambio de 100 euros?", responde frenéticamente.
Por desgracia, a esa hora, la caja no está ni mucho menos llena. Pero el cajero, percibiendo la urgencia de esta compra inusual, intenta una excusa:
"Dime... ¿Esto no es para ti? ¿Está embarazada tu mujer? ¿Te envió ella?"
El hombre asiente tímidamente. El cajero sonríe con complicidad:
"¡Ve! ¡Y rápido! No se bromea con antojos dulces cuando se está embarazada de ocho meses".
Unas horas después, nuestro héroe regresa, más relajado, a pagar. La misión del chocolate está completa. El bebé puede dormir profundamente... y la madre también.
El poder de las historias que te hacen sonreír
¿Por qué nos entretienen tanto estas historias? Porque nos hablan de nosotros mismos, de nuestras pequeñas preocupaciones cotidianas transformadas en momentos cómicos. Capturan esos momentos inesperados en los que necesitamos improvisar, mentir un poco o simplemente satisfacer un deseo ardiente... de chocolate o discreción.
En un mundo donde todo se mueve cada vez más rápido, tomarse el tiempo para leer, reír y compartir palabras amables se convierte en un alegre acto de resistencia. Estas anécdotas son como rayos de sol abriéndose paso entre las nubes: inesperadas, cálidas y siempre bienvenidas.
Así que la próxima vez que te encuentres con una historia divertida, piensa en el efecto mariposa que tiene tu sonrisa. Un chiste compartido puede provocar risas a distancia... y levantarte el ánimo para el día.
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