El estrés o los pensamientos acelerados suelen sentirse más fuertes durante la noche, lo que puede hacer que sea más difícil volver a calmarse.
Las técnicas de relajación suaves, como la meditación, la respiración profunda o un diario ligero, pueden ayudar a crear una sensación de calma.
Reducir el tiempo frente a la pantalla antes de acostarse y practicar una rutina nocturna constante también puede contribuir a una transición más suave hacia un sueño reparador.
Los hábitos diarios y el bienestar general también pueden afectar los despertares nocturnos.
Comer comidas pesadas, beber cafeína o alcohol cerca de la hora de acostarse o consumir grandes cantidades de líquidos pueden alterar el sueño.
En algunos casos, pueden contribuir problemas de salud subyacentes, y hablar de ellos con un profesional de la salud puede ofrecer una orientación útil.
Con ajustes bien pensados y hábitos consistentes, puedes fomentar noches más tranquilas y despertarte sintiéndote renovado.