¡Estaba a punto de ser despedida por ayudar a un anciano caído! Entonces el director ejecutivo entró y lo llamó “Papá”…

—¡Oye, quítate del camino, viejo, en serio, muévete! —La voz, aguda y arrogante, atravesó la atmósfera ya tensa del ascensor abarrotado de gente en la bulliciosa  Torre Thompson,  en el corazón de Chicago.

—¿Cómo te atreves a tocar a un anciano? —respondió otra voz clara y firme, sorprendiendo a todos—. El ascensor ya estaba abarrotado, y en ese momento entraste. Si alguien tiene que salir, deberías ser tú.

La mujer que habló, una rubia de rasgos marcados con un traje muy caro, se giró bruscamente.
“¿Quién te crees que eres para decirme que salga?” ¿Sabes quién soy? ¿O mi conexión directa con  Michael Thompson , el mismísimo presidente? Sus ojos, reducidos a rendijas, miraron al recién llegado. No me importa quién seas. Discúlpate con él ahora mismo.

Una joven,  Emily Carter , parpadeó. ¿Esta mujer es ciega? ¿Cómo se atreve a confrontar abiertamente  a Sophia Reed , la alta directiva estrella de Thompson Enterprises? Emily sabía que Sophia tenía mala reputación, y ese día había entrevistas para muchos aspirantes, incluida ella.
“Está aquí para una entrevista”, murmuró un observador nervioso. “Ya la arruinó ofendiendo a Sophia”.

Emily negó levemente con la cabeza. «  No vale la pena» , pensó, y se volvió hacia el anciano, que aún parecía aturdido.
«Señor, ¿está bien?», preguntó en voz baja, mostrando genuina preocupación.

Sonrió levemente.
“Estoy bien, gracias, señorita. Y me alegro de que usted también lo esté”. Hizo una pausa, mirándola con cariño. “¿Cómo te llamas, querida?”

—Emily Carter.

“¿Trabajas aquí en Thompson Enterprises?” preguntó, con la mirada fija en ella.

—No, señor. De hecho, vine a una entrevista —respondió Emily con una sonrisa esperanzada.

Él sonrió ampliamente.
“Bueno, creo en ti, Emily. Seguro que lo lograrás”.

Sus palabras, tan simples, le dieron a Emily una calidez inesperada.

 

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