Tomás abrió la puerta, bajó, le sonrió. Mi princesa, ven acá. Diego llegó justo a tiempo y se interpuso entre su hermana y su padre. Aléjate de ella, hijo. Solo quiero hablar con ustedes. Soy su papá. Tengo derecho. No tienes ningún derecho, dijo Diego con voz firme. Tienes una orden de restricción. Si no te vas ahora mismo, voy a llamar a la policía. Tomás cambió de expresión. La máscara del padre amoroso se cayó. Así me vas a hablar.
Tu mamá ya te enseñó a faltarme al respeto. Mi mamá me enseñó a defenderla, respondió Diego sacando su celular y a defenderme. Vete, papá, antes de que esto sea peor. Tomás observó a sus dos hijos. Fernanda llorando. Diego con el celular en la mano listo para marcar. Gente empezando a voltear a verlos. Maestro saliendo de la escuela, subió al auto y se fue quemando llanta. Esa noche, María recibió una llamada de Diego contándole todo. Se le heló el alma.
Tomás había intentado acercarse a sus hijos. Había violado la orden de restricción. Inmediatamente llamó a su abogada, la licenciada Domínguez. Licenciada, mi ex intentó contactar a mis hijos afuera de su escuela. ¿Tiene pruebas? Mi hijo lo grabó todo. Tengo el video. Perfecto. Mándemelo ahora mismo. Voy a presentar una denuncia adicional esta noche. Esto le va a costar caro. Al día siguiente, Tomás recibió una citación para presentarse ante el juez. Le notificaron que había violado la orden de restricción y que ahora enfrentaba cargos adicionales.
Pero Tomás no estaba dispuesto a rendirse todavía. contrató a un abogado, un tal licenciado Vega, de esos que se anuncian en los postes de luz y prometen ganar cualquier caso. No se preocupe, señor Herrera, le dijo el licenciado Vega en su oficina improvisada en una casa de la colonia Gustavo Bas. Yo he ganado casos peores que este. Las mujeres siempre exageran. Los jueces entienden que a veces uno pierde el control. Es normal entre esposos. Tomás se aferró a esas palabras como un náufrago a un salvavidas.
Tal vez sí había salida, tal vez sí podía dar vuelta a esto. El licenciado Vega preparó una contrademanda acusando a María de alienación parental, de manipular a los hijos en su contra, de inventar pruebas, de exagerar los hechos. Cuando María recibió la notificación de la contrademanda, no se asustó, solo sonríó. Licenciada Domínguez, ya me llegó la contrademanda de Tomás. Lo esperábamos, respondió su abogada. ¿Está preparada para la audiencia? Más que preparada. Bien, porque tengo noticias. El Ministerio Público aceptó también presentar cargos penales contra él.
No solo la parte familiar. Esto ya es un caso criminal. Tomás no lo sabía todavía, pero su abogado barato no estaba preparado para enfrentarse a lo que María tenía guardado. La audiencia se programó para dos semanas después en el juzgado familiar de Ecatepec. Tomás llegó con su licenciado Vega, que traía un traje arrugado y un portafolio que se veía más viejo que él. María llegó con la licenciada Domínguez, impecablemente vestida, con tres carpetas perfectamente organizadas. El juez, un hombre de unos 60 años llamado Héctor Nava, revisó ambos expedientes.
A ver, dijo el juez, el señor Herrera está contrademandando por alienación parental. ¿Tiene pruebas de eso, licenciado Vega? Sí, su señoría. Mi cliente ha intentado contactar a sus hijos y ellos se niegan a verlo. Es claro que la madre los ha manipulado. Licenciada Domínguez, su señoría, los hijos se niegan a ver al señor Herrera porque le tienen miedo y con justa razón. Tengo aquí declaraciones de ambos menores realizadas ante la psicóloga del DIFE. ¿Puedo presentarlas? Adelante. La licenciada Domínguez sacó dos carpetas.
Dentro había evaluaciones psicológicas completas de Diego y Fernanda, realizadas por profesionales, selladas, oficiales. En ellas, los dos menores describían años de abuso verbal, de ver a su madre ser humillada, de vivir con miedo constante. El juez leyó en silencio. Su expresión se fue endureciendo con cada página. “Licenciado Vega”, dijo el juez finalmente, “esto no es alienación parental, esto es protección. Los menores están asustados de su padre por razones válidas, pero su señoría, “No he terminado”, interrumpió el juez.
“Además, tengo aquí un reporte de que el señor Herrera violó la orden de restricción hace dos semanas. ¿Es eso cierto, señor Herrera?” Tomás se movió incómodo en su silla. “Yo solo quería ver a mis hijos, su señoría. No hice nada malo. Violó una orden judicial”, dijo el juez. Eso es un delito y tengo entendido que hay video. La licenciada Domínguez mostró el video que Diego había grabado. Tomás intentando convencer a Fernanda de acercarse, Diego interviniendo. Tomás amenazando.
El juez cerró el expediente. He visto suficiente. La orden de restricción se mantiene y se extiende por un año más. Además, el señor Herrera queda notificado de que enfrenta cargos penales por violencia familiar. Esta audiencia se levanta. Tomás salió del juzgado destrozado. Su abogado murmuró excusas y desapareció. María salió detrás serena. Afuera del juzgado Tomás la esperaba. Se acercó a ella con pasos rápidos, con esa expresión que ella conocía también, esa expresión de rabia contenida. “Esto no se va a quedar así, María”, le dijo en voz baja.
“¿Me las vas a pagar?” María no retrocedió, no tembló. lo enfrentó sin pestañear. “Ya me las pagaste tú, Tomás, durante 20 años. Ahora es tu turno de pagar.” Dos agentes de seguridad del juzgado se acercaron. ¿Algún problema, señora? Ninguno, respondió María. El Señor ya se iba. Tomás cerró los puños, dio media vuelta y se fue. Pero antes de subirse a su auto, volteó una última vez. María seguía ahí de pie, sin miedo, con esa fortaleza que él nunca supo que tenía.
Y en ese momento Tomás finalmente lo entendió. No había vuelta atrás. María había ganado y él había perdido todo. Tres meses después de aquella audiencia, la vida de María había cambiado de formas que ella nunca imaginó posibles. Seguía trabajando en bodega a Urrera, pero ahora caminaba diferente por los pasillos, saludando a los clientes con una sonrisa real, no forzada. Sus compañeras notaron el cambio. “¿Te ves bien, María?”, le dijo Lupita, su compañera de caja, una mañana mientras acomodaban los productos.
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