En nuestro aniversario, vi a mi esposo echar algo en mi copa. La cambié por la de su hermana…

Marco dijo que la policía ya maneja la hipótesis de envenenamiento premeditado. Están entrevistando a todos los que estaban en el restaurante. Camareros, clientes, buscan testigos. También están revisando las grabaciones de las cámaras de seguridad. Las cámaras, susurré. Si ven que cambié las copas, sí, eso es un problema, pero por ahora, por lo que Marco entiende, no tienen a un sospechoso claro. Están revisando a todos, incluyendo a Miguel y a ti. A mí.

Sí, estabas allí. Tuviste acceso a la copa de Lucía y siendo sinceras tenías motivos para no llevarte bien con ella. Negué con la cabeza. Pero yo nunca jamás haría algo así. No por mi cuenta. Lo sé, pero la policía no lo sabe. Tienen que considerar todas las posibilidades. Me llevé las manos a la cabeza.

¿Qué hago, Pilar? Si encuentran pruebas de que cambié las copas, me van a arrestar. Pero si digo que vi a Miguel echando algo en la mía y por eso las cambié, nadie me va a creer. No tengo pruebas. ¿Hay algo más? Dijo Pilar con un tono aún más serio. Marco dijo que tu marido ha estado muy pendiente de saber si fuiste a la policía.

ha ido varias veces a la comisaría preguntando si alguien te ha visto. Dice que está muy preocupado porque desapareciste después del incidente con su hermana. “Me está buscando”, dije. No como pregunta, sino como certeza. Sí, y por lo que parece con mucha insistencia.

Marco comentó que parece más preocupado por saber dónde estás y que podrías haber contado a la policía que por tu bienestar. Nos quedamos en silencio, asimilando toda la información. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Miguel me estaba buscando y no era por preocupación. Temía que yo contara algo a la policía. Marco también dijo que la policía ha solicitado las grabaciones de las cámaras del restaurante. Continuó Pilar.

Las revisarán pronto. Si en ellas se ve que cambiaste las copas, entonces estaré en serios problemas. Completé. Lo entiendo. Pero, ¿qué se supone que debo hacer? Presentarme en la policía. Decir que vi a Miguel echar algo en mi copa y por eso la cambié. Sin pruebas. Sonará excusa desesperada para protegerme.

¿Y tu suegro? preguntó Pilar de repente. Te advirtió, “¿Y si él sabe algo? ¿Y si pudiera respaldar lo que dices?” Me quedé pensativa. Tal vez, pero no sé si puedo confiar en él. Y si es una trampa. Y si me avisó por órdenes de Miguel para saber a dónde iría. Entonces, ¿para qué decirte que te fueras? Si quisieran encontrarte, habría sido más fácil que te quedaras en casa.

Tienes razón, asentí. Pero entonces, ¿por qué no fue claro? ¿Por qué tanta ambigüedad y advertencias? Puede que él mismo no lo sepa todo. O tal vez tiene miedo de hablar por teléfono. ¿Y si te vieras con él en persona en un lugar público? Negué con la cabeza, demasiado arriesgado.

Si Miguel me está buscando, puede estar vigilando también a su padre. No puedo arriesgarme. Entonces, ¿qué? ¿Vas a esconderte aquí hasta que todo pase? No. Respondí con firmeza. No puedo vivir así. huyendo con miedo. Tengo que enfrentar esto, saber qué está pasando. En ese momento sonó mi teléfono. En la pantalla apareció el nombre de mi suegro. Es él, le dije a Pilar.

Contesta me dijo tras una breve pausa. Pero ten cuidado. No digas dónde estás. Respiré hondo y respondí, “Hola, Elena. La voz de mi suegro sonaba tensa. ¿Estás a salvo? Sí, respondí. Estoy con unos amigos. Bien, escúchame. Necesito hablar contigo en persona. Es muy importante. No estoy segura de que sea buena idea. Contesté con cautela.

Miguel me está buscando. Puede que lo estén vigilando a usted también. Lo sé. Por eso quiero que nos veamos en un lugar neutral, la Biblioteca Nacional de España, en la sala de libros raros. Casi no hay gente allí, sobre todo por la tarde. Estaré allí mañana a las 6. Ven si puedes. Hay algo que necesito contarte y mostrarte. Mostrarme que no por teléfono, Elena.

Solo ven si quieres saber la verdad. No se trata solo de ti, también tiene que ver con Carmen. La mención de mi hija me hizo tensarme. ¿Qué pasa con Carmen? ¿Está en peligro? No, por ahora no. Pero solo ven y ten cuidado. No le digas a nadie a dónde vas, ni siquiera a tus amigos. Colgó dejándome confundida y con el corazón latiendo con fuerza.

Miré a Pilar, que estaba sentada junto a mí y había escuchado toda la conversación. “¿Vas a ir?”, preguntó. “No lo sé”, respondí con sinceridad. Por un lado, necesito saber qué está pasando. Por otro, podría ser una trampa, pero es una biblioteca, un lugar público. Habrá gente, cámaras. Si fuera una emboscada, no sería muy inteligente. Tienes razón, pero dijo que no le contará a nadie, ni siquiera a ti.

¿Por qué tanto secreto? Tal vez no quiere que nadie más se vea involucrado. Si lo que sabe es peligroso, puede que esté tratando de protegerte y de proteger a los que están cerca de ti. Me quedé pensativa. Sonaba razonable, pero algo seguía inquietándome. Algo en la voz de mi suegro, en sus palabras. Mencionó a Carmen.

Dije, dijo que esto también la involucraba. ¿Qué quiso decir con eso? No lo sé, pero si tu hija realmente puede estar en peligro, tienes que averiguarlo, respondió Pilar. Asentí. Tienes razón. Iré, pero seré muy cautelosa. Puedo acompañarte, propuso Pilar. Me quedaré a cierta distancia y si pasa algo raro, intervendré. No, negué con la cabeza. Mi suegro dijo que fuera sola.

Si te ve, puede que no diga lo que sabe. Y yo necesito la verdad, toda la verdad. Pasamos el resto de la tarde organizando cada detalle del encuentro. Decidí ir en taxi para no usar mi coche y pasar desapercibida. Llegaría con tiempo, revisaría el lugar. Si notaba algo extraño, me iría de inmediato.

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