¿En qué puedo ayudarles? Necesito hablar con el capitán García dije. Es muy importante. El capitán está ocupado. Si quiere poner una denuncia, puede hacerlo conmigo. No tiene que ser él. Es sobre el caso del envenenamiento de Lucía Martínez. Estoy segura de que sabe de qué hablo. Al escuchar el nombre de la víctima, el agente cambió de expresión. Esperen aquí.
levantó el teléfono interno, dijo algo en voz baja y luego asintió. Pasen. Segundo piso, despacho 206. Subimos las escaleras y encontramos la puerta indicada. Toqué sintiendo como el corazón me golpeaba en la garganta. Adelante, dijo una voz desde dentro. El capitán García resultó ser un hombre robusto, de mediana edad, con mirada aguda y canas tempranas en las cienes.
Estaba sentado detrás de un escritorio lleno de papeles y tecleaba algo con rapidez en el ordenador. “Tomen asiento”, dijo sin apartar la vista del monitor. “¿En qué puedo ayudarles?” Me llamo Elena Ferrer. Comencé esforzándome por mantener la voz firme. Soy la esposa de Miguel Martínez y cuñada de Lucía Martínez, la mujer que fue envenenada hace tres días en un restaurante.
El capitán apartó la vista del ordenador y me miró con atención. Elena Ferrer, justamente la estamos buscando. ¿Dónde ha estado estos últimos días? En casa de una amiga. Asentí señalando a Pilar. Después de lo que pasó en el restaurante, estaba en estado de Soc y luego después descubrí algo que me hizo temer por mi vida. García se inclinó hacia delante. Su mirada se volvió aún más penetrante. Continúe.
Saqué la carpeta que me había dado mi suegro y la puse sobre la mesa. Aquí están los documentos, informes financieros del negocio de mi marido, pólizas de seguros, fotografías. Todo lo que demuestra que mi esposo, Miguel Martínez planeaba asesinarme. El capitán arqueó las cejas sorprendido, pero no dijo nada. Abrió la carpeta y comenzó a revisar los documentos.
Esa noche en el restaurante proseguí. Vi como Miguel echaba algo en mi copa cuando pensaba que no lo veía. Decidí cambiar mi copa por la de su hermana Lucía. No sabía qué era ni cuán peligroso podía ser. Solo trataba de protegerme. García levantó la vista. Usted cambió las copas sabiendo que en la suya había algo. Sí, bajé la mirada. Sé que estuvo mal.
Debería haberme negado a beber o haberlo dicho en voz alta, pero estaba paralizada por el miedo. No pensaba con claridad. Lucía Martínez recuperó la conciencia esta mañana, dijo García. asegura que la vio cambiar las copas, pero también dijo algo más. Dijo que su marido planeaba matarla a usted y que ella lo sabía. Lo miré sorprendida. Lo confesó.
¿Pero por qué? Tal vez por culpa o por miedo. El envenenamiento fue grave. Estuvo al borde de la muerte. Ese tipo de experiencias a veces cambia a las personas. El capitán siguió revisando los documentos. Esto es muy serio, Elena. Intento de asesinato, conspiración, fraude financiero.
Necesito tomar su declaración oficial y debemos garantizar su seguridad. Y mi hija Carmen está en el hospital con Lucía y Miguel. Temo por ella. García levantó inmediatamente el teléfono. Comuníqueme con el Departamento de Protección de Menores. Urgente. Tiene 19 años. Interrumpí. Es mayor de edad. El capitán asintió y ajustó la orden.
Entonces, con el grupo operativo que envíen una unidad al hospital central, a la habitación de Lucía Martínez. Es una situación potencialmente peligrosa. Colgó y volvió a mirarme. No se preocupe. Su hija estará protegida. Ahora empecemos desde el principio. Quiero saber todos los detalles. Durante las siguientes dos horas le conté todo al Capitán García. Le hablé de mi matrimonio con Miguel, de su hermana Lucía, de cómo había cambiado nuestra relación en los últimos años.
de lo que vi en el restaurante, de mi decisión de cambiar las copas, de la visita de la gente a mi casa, del aviso de mi suegro, de mi huida y de lo que descubrí ayer en la biblioteca. García escuchó atentamente, tomando notas y haciendo algunas preguntas para aclarar detalles.
Cuando terminé, se recostó en la silla y me miró con expresión pensativa. Es una situación compleja, pero tenemos pruebas. Los documentos que entregó su suegro, la declaración de Lucía Martínez, la grabación de la cámara del restaurante que ya hemos recibido. En ella se ve claramente como su marido añade algo a su copa y como más tarde usted cambia las copas.
Coincide con su versión. ¿Y ahora qué pasará? Pregunté. Detendremos a su esposo para interrogarlo. Dada la gravedad de las acusaciones y las pruebas reunidas, lo más probable es que el juez ordene prisión preventiva mientras dura la investigación. Usted y su hija estarán bajo protección. Y en cuanto a Lucía Martínez, considerando su confesión y su participación, también tendrá que responder ante la justicia cuando se recupere. Y yo me van a arrestar por cambiar las copas.
García se quedó pensativo. Técnicamente actuaste en legítima defensa. Te protegías de una amenaza directa contra tu vida, pero será la fiscalía y el juez quienes tomen la decisión. Sinceramente, dadas las circunstancias, dudo que te imputen cargos graves, pero debemos seguir el procedimiento.
En ese momento, un agente asomó la cabeza por la puerta del despacho. Capitán, el equipo ya está en el hospital, pero Miguel Martínez no está, ni su hija tampoco. Sentí como se me helaba la sangre. ¿Qué? ¿Dónde están? Lo estamos averiguando”, respondió el agente. Lucía Martínez sigue en su habitación bajo vigilancia. El médico dijo que Miguel se fue hace una hora justo después de que su hermana diera su testimonio. Se llevó a su hija.
Dijo que volvían a casa. “Hay que encontrarlos de inmediato,”, ordenó García. “Alerta a todos los puestos. que revisen su casa, el aeropuerto, las estaciones. Puede que intente huir. Apreté las manos hasta que los nudillos se pusieron blancos. Mi hija se llevó a mi hija. La encontraremos, dijo García con seguridad.
No podrá llegar muy lejos. Pero yo no podía tranquilizarme. Miguel estaba acorralado, desesperado. ¿Qué podía hacer? ¿A dónde llevaría a Carmen? ¿Y para qué? ¿Cómo reen o tenía otro plan? Entonces me di cuenta. El poder notarial. Él tiene el poder que Carmen le firmó para gestionar sus bienes, incluido lo que heredaría si a mí me pasara algo.
Si muero, mi parte de la casa pasa a Carmen y él podría usarla como quisiera. Pero ahora que sus planes fueron descubiertos, eso no tiene sentido. Intervino Pilar, que había permanecido en silencio todo este rato. no podrá matarte sin que lo atrapen. A menos que esté planeando algo más.” dijo García en voz baja. Algo que no hemos previsto.
En ese momento, mi teléfono sonó. En la pantalla aparecía el nombre de Miguel. Le mostré el móvil al capitán. Contesta, ordenó. Pon el altavoz. Intenta averiguar dónde está y qué piensa hacer, pero no le digas que estás en la comisaría. Asentí y contesté activando el altavoz. Miguel, Elena, su voz sonaba extrañamente tranquila. Por fin contestas.
Estaba preocupado. ¿Dónde está Carmen? ¿Está contigo? Sí, está conmigo. Está bien. No te preocupes. Quiero hablar con ella más tarde. Primero tenemos que hablar tú y yo. A solas. ¿Hablar de qué? Mi voz temblaba, pero traté de que no se notara. De nuestro futuro, de lo que pasó en el restaurante, de lo que vamos a hacer ahora. Lucía despertó.