Ethan se acercó con voz temblorosa. "¿Por qué... por qué no te acercaste antes?"
Malik bajó la cabeza. «Porque no tengo hogar. Porque cuando le digo algo a la policía, se ríen. Pero cuando supe que la declararon muerta, supe que algo andaba mal. Vi que su pecho se movía... solo un poquito. Lo juro».
Los jadeos volvieron a llenar la habitación.
Ethan sintió un doloroso nudo en el estómago: culpa, duda, miedo. Ava había sido encontrada inconsciente fuera de una discoteca y declarada muerta horas después sin causa aparente. Los médicos la habían llamado "insuficiencia respiratoria aguda". Pero algo no entendía.
Ahora este muchacho, un extraño sin nada que ganar, afirmaba que ella estaba viva.
—Muéstramelo —exigió Ethan, agarrando la tapa del ataúd.
Y en el momento que lo abrió, todo cambió.
La tapa se levantó con un suave crujido. Ethan bajó la mirada, esperando la quietud de la muerte. En cambio, vio algo más, algo imposible de ignorar.
La piel de Ava no estaba fría. No estaba cerosa. Se veía pálida, pero no sin vida.
Ethan le tocó la muñeca con dedos temblorosos.
Había calor.
Una tenue, pero cálida.
Se le cortó la respiración. "¡Llama a un médico! ¡Ahora!"
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