A los 21 años, le propuse matrimonio a mi novia durante una reunión con su familia.
En ese momento no tenía mucho dinero, pero había ahorrado durante meses para comprar el mejor anillo que pudiera permitirme.
Cuando me arrodillé y abrí la caja, ella la miró, frunció el ceño y preguntó en voz alta:
“¿Esto es todo lo que valgo?”

Todos guardaron silencio. Me dio un vuelco el corazón. No esperaba perfección, pero sí amabilidad.
Ese momento cambió todo entre nosotros.
Después de esa noche no volvimos a mantener contacto.
Continúa en la página siguiente