Abrió su bolso, sacó el dinero, contó la cantidad exacta para el combustible y se lo entregó al hombre diciendo: “No se preocupe, señor, puede pagarme después, confío en su palabra.” Louis se conmovió profundamente por la generosidad de la mujer. La agradeció de todo corazón y prometió regresar más tarde para reembolsarle.
Con lágrimas en los ojos, escribió su nombre y dirección en un papel y se lo entregó a Christine como forma de garantía. En ese tenso momento en la estación de servicio, mientras ella le entregaba el dinero al anciano, los otros empleados que presenciaron la escena no compartieron el mismo entendimiento ni empatía. Algunos murmuraban con incredulidad y sarcasmo, cuestionando la veracidad de la historia del hombre…
Treinta minutos después, un auto elegante se detuvo en la estación. De él descendió un hombre de traje oscuro, con puerta fir
Se aceró al mostrador y pidió hablar con Christine. El gerente, aún orgulloso de haberla despedido, explicó la “falta grave” que ella había cometido. Sin embargo, antes de terminar, Louis regresó, esta vez acompañado de su nieto. El anciano llevaba en la mano el dinero para devolver
—Ella es un Ágel —dijo Louis al dueño—. Me ayudo cuando mas
El propietario, al escuchar la historia completa, miró con severidad
—En esta estación, el verdadero valor no está en el dinero, sino en la humanidad —afirmó—. Christine, no solo no estás despedida, sino que a partir de hoy serás la supervisora. Personas como tu son las que qui
El gerente, avergonzado, no pudo decir nada. Louis estrechó la mano de Christine y le dio las gracias una vez más. Ella, con lagrimas de alivio, comprendió que un pequeño acto de bondad podía transformar destinos y que la