El regreso de Emma: La boda que lo cambió todo

El sol apenas comenzaba a dorarse sobre los tejados de un pequeño pueblo estadounidense cuando camareros, floristas y fotógrafos se afanaban por las escaleras de mármol del Hotel Rosewood. Rosas blancas, manteles caros, copas de cristal: todo relucía con lujo. Hoy se casó Daniel Carter, un exitoso hombre de negocios a quien los periódicos llamaron “el emprendedor más prometedor del año”.

Pero él sabía: este día era más que una simple celebración del amor. Era una prueba, para sí mismo y para el mundo, de que finalmente había superado lo que había sido. Supe de su pasado. Supe de ella. Supe de Emma.

Capítulo 1. Una invitación con sabor a venganza

Cuando llegó la invitación de boda por correo, Emma tardó mucho en abrir el sobre. El grueso papel blanco con relieve dorado y el aroma a perfume caro le provocaron una extraña sensación.

Reconoció el nombre de su prometido al instante: Daniel Carter. El hombre con el que había vivido durante cinco años, apoyándolo en todo mientras construía su carrera paso a paso. El hombre que, un día, hizo las maletas y dijo:

“Necesito una mujer con la que no tenga que cargar con todo yo solo”.

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Y se fue.

Se quedó sola, con deudas, un coche viejo y un pequeño apartamento en las afueras.

Pero lo más importante, con un secreto que nunca conoció.

Estaba embarazada. Y con más de un hijo.

Entonces Emma decidió que no tenía sentido decírselo. Él había elegido una vida sin ella; lo había dejado vivir. Y ella sobreviviría, costara lo que costara.

Capítulo 2. Las tres estrellas de su vida

Los primeros años fueron una lucha constante. Emma trabajaba de camarera en una cafetería por las mañanas y a tiempo parcial como diseñadora por las noches, dibujando vestidos, bolsos y joyas.

A medida que los trillizos fueron creciendo, ella misma cosía sus prendas, adornando prendas sencillas con detalles que las convertían en obras de arte.

Un vecino dijo una vez:

—Emma, ​​¡eres una diseñadora de Dios! Deberías estar en Nueva York, no en este lugar remoto.

Estas palabras la impulsaron. Abrió una tienda en línea y luego una boutique.

En seis años, su nombre ya era conocido en las revistas de moda. Esposas de senadores y actrices encargaban sus colecciones.

Sus hijos se convirtieron en su apoyo. Tres pequeños espejos que reflejaban la fortaleza de su madre.

Sabían que su padre estaba vivo, pero no preguntaban. Emma siempre respondía brevemente:

— Él eligió un camino diferente. Nosotros elegimos el nuestro.

Capítulo 3. El día de la boda

Cuando se enteró de que Daniel se iba a casar otra vez, algo en su interior se estremeció; no fue dolor, sino una fría curiosidad.

Pero cuando recibió personalmente la invitación, en un sobre caro, se dio cuenta: no era casualidad.

Quería verla. Quería asegurarse de que seguía siendo “esa pobre camarera”.

Él quería que ella se quedara parada en algún rincón y lo viera casarse con una rica heredera.

Emma se rió entre dientes.

Está bien, Daniel. Iré. Pero no como esperas.

Capítulo 4. Limusina, Esmeralda y Silencio

El día de la boda resultó ser deslumbrantemente brillante.

Una limusina negra se detuvo frente al hotel donde se había reunido la élite de la ciudad.

Los fotógrafos giraron casi al unísono: tenían curiosidad por saber quién era.

Del coche salió una mujer con un vestido esmeralda, sonriendo con reserva, pero con tanta dignidad que incluso las damas más ricas automáticamente enderezaron la espalda.

“¿Quién es?” susurró Sofía, la novia, ajustándose el velo.

—No lo sé… —murmuró Daniel, pero cuando miró más de cerca, se le heló la sangre.

Emma.

Ella pasó sin siquiera mirarlo. Solo el tenue aroma a jazmín, dolorosamente familiar, le recordó el pasado.

Los invitados se giraron y hablaron en voz baja sobre la “increíble dama”.

Y por primera vez, Daniel se sintió incómodo, como si fuera un invitado a su propia boda.

Capítulo 5. Conversación sin palabras

Esa noche, cuando la música terminó y los invitados se acomodaron en las mesas, Emma estaba en la barra con una copa de champán.

Daniel se acercó a ella.

—No esperaba verte —dijo, intentando hablar con ligereza—. Espero que lo estés pasando bien.

—Mucho —respondió con calma—. Lograste todo lo que querías.

Él se rió entre dientes:

“Ya ves, todo es posible. Si no llevas encima un peso extra.”

Emma levantó una ceja ligeramente.

—A veces la carga es lo que nos hace más fuertes.

Él no entendió.

— Y aun así… me alegro de que hayas venido. Espero que no te arrepientas.

“Nunca me arrepiento”, respondió en voz baja. “Sobre todo de las cosas que me trajeron verdadera felicidad”.

En ese momento, tres niños entraron en la habitación: un niño y dos niñas. Vestían trajes idénticos y tenían los mismos ojos que Daniel.

La música se detuvo.

Todas las miradas se volvieron hacia ellos.

Capítulo 6. “Papá, ¿eres tú?”

El niño subió primero.

– Mamá, ¿podemos tomar más jugo?

Emma asintió.

 

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